VII Cumbre de las Américas Finalizó la Cumbre de Panamá: se abrió un nuevo “diálogo americano”

26 Apr 2015   |   comentários

VII Cumbre de las Américas
Finalizó la Cumbre de Panamá: se abrió un nuevo “diálogo americano”

Eduardo Molina, Fracción Trotskista-Cuarta Internacional

Como se esperaba, la reunión entre los presidentes de Estados Unidos y Cuba, que había generado enormes expectativas previas como hito en la recomposición de relaciones bilaterales, se robó la tapa de los diarios y el espacio central de los bloques de noticias internacionales.

The New York Times, que desde hace tiempo viene editorializando por una nueva política hacia Cuba tituló “Obama recibe a Raúl Castro, haciendo historia”, mientras que Gramma anunciaba: “VII Cumbre de las Américas, una cita histórica”.

La otra expresión del acercamiento cubano se dio en el encuentro empresarial paralelo a la Cumbre, al que concurrieron Dilma, Peña Nieto y Obama, y donde con connotados capitalistas se discutía cómo relanzar el comercio, las inversiones y circulación financiera en una “alianza para la prosperidad” en el que obviamente tendrían un papel privilegiado las corporaciones yanquis.

Raúl y miembros de la delegación cubana se habían reunido con el presidente ejecutivo de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos, Tom J. Donohue, ligado a los republicanos y que ya estuvo en La Habana entablando negociaciones comerciales y de inversión. En este marco, Rodrigo Malmierca, ministro de Comercio Exterior cubano planteó que Cuba necesita 2,500 millones de dólares anuales de inversión extranjera y presentó una cartera de proyectos por 8,710 millones.

Venezuela

Después de la ola de repulsa generada por el decreto intervencionista de Obama, éste, así como el gobierno de Maduro, buscaron bajar el nivel de confrontación.
Obama y Maduro tuvieron una conversación informal, lo que abre las puertas a la negociación.

Pese al apoyo a Maduro expresado por Correa, Raúl Castro y Cristina, primó entre los países latinoamericanos una línea que podría condensarse como “no a las sanciones, pero respeto a las reglas del juego democrático en Venezuela” y la propia Dilma habló a favor de la liberación de los presos de la derecha. Esto, que le plantea un límite a eventuales medidas más bonapartistas de Maduro en nombre de la “democracia”, es funcional al interés estadounidense de arrinconar al gobierno de Maduro de cara a las elecciones parciales del segundo semestre donde especula que el chavismo sufra su primera derrota electoral a manos de la derecha.

Convergen en el esfuerzo por “contener” a Venezuela y orquestar una “transición” como salida a la crisis un amplio arco de posiciones, desde una colección de vetustos representantes de la derecha regional (la veintena de ex-presidentes que firmó una extensa declaración que constituye todo un programa para la “democratización” por derecha de Venezuela), al posicionamiento del gobierno progresista de Brasil en pos de la moderación.

En última instancia, lo que se le pide a Maduro es que siga el ejemplo de Cuba para lograr un “deshielo” en las relaciones con Washington y recurrir a los capitales internacionales para salir de la crisis, a lo que cabe agregar que, todo esto, debe ser hecho “en democracia”.

Dilma y Cristina, por separado

Cristina optó por endurecer en su intervención las críticas a Obama, ligando la declaración de Venezuela como “amenaza” a las provocaciones del Reino Unido en la ocupación de Malvinas, y en otros aspectos de la política hacia América Latina como en el tema narcotráfico y lavado de dinero. El contenido de su discurso fue una forma de “golpear la puerta” con críticas pero al servicio de buscar una negociación, tras un largo enfriamiento de relaciones con Washington, bajo presiones en temas como el pago a los “fondos buitres”, el virtual bloqueo de préstamos, las objeciones a los acuerdos con Irán, críticas de funcionarios yanquis, etc. y en proximidad de elecciones nacionales.

Brasil llegó relativamente debilitado en su posicionamiento como líder regional, en medio de la recesión económica y la debilidad del gobierno petista. Dilma se reconcilió con Obama, como recoge la Folha de Sao Paulo: “Después de reunirse con Obama dio la crisis por el espionaje [de los servicios yanquis al gobierno brasileño y Petrobras] como superada”.

La presidenta “enfatizó la voluntad de profundizar las relaciones y superar las tensiones con el país”. Uno de los focos de la próxima visita a Washington [el 30/06] será “la meta de Brasil de intensificar las relaciones comerciales con EUA. Brasil todavía tiene un déficit comercial de US$ 7,9 mil millones con EUA y quiere aumentar sus exportaciones en este momento. EUA es un socio comercial importante, porque compra principalmente manufacturados”.

Este es uno de los reclamos de poderosos sectores de la patronal brasileña, que aspiran a un nuevo entendimiento con Estados Unidos.

El reencuentro de EE.UU. con América Latina

En Panamá, aún en medio de las tensiones y diferencias, se tantea una recomposición de relaciones entre Estados Unidos y América Latina y no por nada la “noticia” fue el encuentro Obama-Raúl, símbolo de la distensión que Washington busca con Cuba.

Estados Unidos trata de adaptarse a las condiciones de su declinante hegemonía, pero buscando recuperar terreno económico, financiero y político. Obama toma en cuenta la relación de fuerzas en América Latina y la creciente presencia de China (y en menor grado de Rusia), en Latinoamérica, pero para explotar la decadencia del chavismo y los gobiernos progresistas, así como sacar partido de la relativa recuperación económica yanqui en contraste con la etapa de estancamiento en que ingresó América Latina.

La cumbre, donde primó el espíritu de conciliación, permitió también constatar que, ante esta estrategia de “retorno de Estados Unidos a América Latina” queda en crisis y estratégicamente a la deriva la ilusión de un bloque regional independiente de Estados Unidos en base a instituciones “autónomas” como UNASUR, y de hecho, a pesar de algunos consensos (como la oposición a que EE.UU. pueda realizar sanciones e intervenciones unilaterales en la región), en Panamá se expresaron el pragmatismo y el “cada uno regatea por su cuenta”, algo de lo que dio cuenta también la distinta ubicación de Venezuela y Cuba, cuya estrecha alianza apareció desdibujada más allá de la solidaridad elemental ante la prepotencia yanqui.

Hay un “diálogo de las Américas” en marcha. Así, el saldo de la Cumbre no es tan malo para Estados Unidos: se abre la discusión de un “nuevo orden” regional. Si en el próximo período avanza la recomposición de relaciones y los negocios en Cuba, así como si logran culminar el proceso de paz en Colombia, que tiene a La Habana por anfitrión y “garante” y que en la cumbre recibió un nuevo espaldarazo de Obama en su encuentro con el presidente Santos. Si a esto se agrega un “encarrilamiento” de la crisis venezolana hacia una solución “poschavista”, además de lograr un nuevo entendimiento con Brasil como el que podría avanzar con la próxima visita de Dilma a la Casa Blanca, entonces el propósito de Estados Unidos de recuperar influencia por medio de la “doctrina Obama” de sonrisas y diálogos (lo cual no obvia el consabido garrote, por supuesto) habrá avanzado unos cuantos pasos.

La posibilidad de un “nuevo orden” de subordinación renegociada al imperialismo no ha encontrado aún su “gramática” (según dicen los analistas del think tank imperialista Stratfor), demás está decir que hay grandes contradicciones, en el contexto de una crisis capitalista mundial y de hegemonía imperial que están lejos de ser manejables, pero su búsqueda es el trasfondo de los movimientos actuales en la relaciones entre Estados Unidos y América Latina, una de cuyas claves es socavar el fuerte sentimiento antiimperialista que vive entre la población trabajadora de nuestros países . De Panamá, como de este “diálogo” no puede venir nada bueno para los pueblos del continente.









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