LIBIA TRAS LA MUERTE DE KADAFI. SIGUE LA POLÉMICA EN LA IZQUIERDA

29 Oct 2011   |   comentários

Fecha: Jueves 27 de octubre de 2011

El proceso libio, en especial a partir de la intervención de la OTAN, abrió un amplio debate en la izquierda internacional. La cruenta muerte de Kadafi no ha hecho sino reavivarlo en torno al balance de lo sucedido hasta ahora y la política a levantar por los marxistas.

Por un lado, el presidente Chávez, el castrismo y otros sectores de matriz nacionalista o stalinista apoyaron abiertamente a Kadafi -Chávez lo calificó de “mártir de la lucha antiimperialista”- pese a que mantenía una brutal dictadura sobre el pueblo libio y desde hace años había girado a la abierta colaboración con el imperialismo. Este bloque olvida los más elementales criterios de clase y democráticos para ubicarse en la trinchera del dictador según alianzas “geopolíticas” que van contra la rebelión de masas en curso en el mundo árabe y no tienen nada de “antiimperialista”. Por otro lado, sectores de la centroizquierda y la intelectualidad han avalado (aunque a veces “críticamente”) la intervención de la OTAN bajo argumentos humanitarios, actuando como “pata izquierda” del plan imperialista con retórica “democrática” (para una crítica de estas posiciones, ver nota en LVO 420 del 31/03/2011).

El PTS y nuestra corriente internacional, la Fracción Trotskista (Cuarta Internacional), desde un principio levantamos una clara política por el derrocamiento revolucionario de Kadafi, contra toda injerencia imperialista en Libia y por la solidaridad internacional con el desarrollo de la movilización de masas.

Decíamos en nuestra declaración del 22/03/11: “Los marxistas revolucionarios planteamos claramente que el imperialismo no interviene para que triunfe el levantamiento popular contra Kadafi, sino para tratar de imponer un gobierno títere al servicio de sus intereses, como hizo tras la invasión en Afganistán e Irak. Tampoco la salida es, como ha planteado Chávez y otros ‘progresistas’, subordinarse a Kadafi que no solo se ha transformado en un dictador proimperialista, sino que está embarcado en una guerra contrarrevolucionaria para aplastar el levantamiento popular que ha puesto en cuestión su dominio, como parte de los levantamientos en la región. La única salida progresiva para el pueblo libio es luchar enérgicamente tanto contra la intervención imperialista como por derrocar a la reaccionaria dictadura de Kadafi. En esta lucha los aliados del pueblo libio son los trabajadores y los sectores populares que se han levantado en el Norte de África y en los países árabes contra los regímenes dictatoriales y las monarquías proimperialistas; los trabajadores, los jóvenes y los millones de inmigrantes que en los países imperialistas pueden boicotear la política guerrerista de Sarkozy, Zapatero y compañía; y el conjunto de los explotados de todo el mundo. ¡Abajo la intervención militar imperialista en Libia. Abajo Kadafi. Por un gobierno obrero y popular!” En numerosas notas en LVO y nuestra página web hemos seguido analizando paso a paso el proceso y debatiendo con diversas posiciones en la izquierda.

Recientemente, la LITCI, la corriente liderada por el PST-U brasileño, publicó una nota –“Polémica con la Fracción Trotskista (PTS)”- en su Revista Correio Internacional n° 6, lo cual ofrece la oportunidad de profundizar el debate. Las diferencias en la izquierda internacional también se reflejan entre las fuerzas que conformamos el FIT. Así, Izquierda Socialista (miembro de la UIT-CI) afirma que se produjo el “triunfo de una revolución democrática” (“La revolución árabe y el final de Kadafi”, por Miguel Sorans, 22/10/2011) y consideran un factor completamente secundario que la caída del dictador se haya producido mediada por la intervención de la OTAN.

Muchas de las posiciones de la UIT-CI y la LIT-CI son similares, pues ambos comparten una lógica de “revolución democrática” heredada de Nahuel Moreno, de quien se reclaman continuadores. También nos hacen críticas parecidas, cayendo en una amalgama similar para hacer creer que levantaríamos una política pro-Kadafi. En palabras de IS: “El PTS parte de dos definiciones equivocadas, que también levantan las corrientes chavistas, muchos Partidos Comunistas y otros sectores que se reclaman de izquierda o antiimperialistas: 1) ‘las fuerzas rebeldes’ son la ‘tropa terrestre de la OTAN’ y 2) la caída de Kadafi ‘es un triunfo de la política de las potencias imperialistas’”, recurso polémico idéntico al de la LIT-CI. Por ello, en este texto, si bien está dirigido a debatir centralmente con la LIT-CI, comentaremos también algunas de las definiciones de IS (recomendamos también leer “Novamente sobre a questão líbia: Até quando a LIT-PSTU seguirão insistindo nos seus erros?” de Simone Ishibashi y otros aportes al debate de nuestros compañeros brasileños en www.ler-qi.org o en www.ft-ci.org).

La LIT-CI y su “unidad de acción” entre las masas y el imperialismo

La LIT-CI publicó una declaración titulada “Gran victoria del pueblo libio y la revolución árabe” (24/08/11), festejando el triunfo sobre Kadafi, impuesto con las bombas de la OTAN y la intervención política directa del imperialismo europeo encabezado por el presidente francés Sarkozy, que logró coptar a la dirección rebelde del CNT.

En ese texto, aun denunciando al imperialismo y su intervención en Libia, dice que “el imperialismo se vio obligado a intervenir militarmente para derrocar a Gadafi. Pero no por ser éste un ‘antiimperialista’, como dicen Chávez y los Castro, pues desde inicios de siglo Gadafi comenzó a entregar los recursos petroleros a multinacionales estadounidenses y europeas, sino porque Gadafi ya no podía estabilizar el país en medio de una insurgencia popular armada. La contradicción es que, en el terreno militar, existió una unidad de acción entre el imperialismo y las masas para derrocar a Gadafi, pero con objetivos de fondo totalmente opuestos”. Hemos criticado esta última definición de “unidad de acción” a lo que nos contestan “en política una unidad de acción es un acuerdo. Defenderlo o concretizarlo implica un llamado y hasta exigencias en el marco de esta unidad. Nosotros, de la LIT-CI, nunca llamamos al imperialismo a hacer unidad de acción con las masas para derribar a Kadaffi. Otra cosa es que en la realidad, esa unidad se haya concretado en el terreno militar” (“Revolución o golpe. La combinación entre una rebelión popular y una intervención militar de la OTAN divide la izquierda mundial”). El autor de esta nota, A. Astuto, tergiversa nuestra crítica pues nunca dijimos que la LIT-CI pidiera la intervención imperialista como hicieron ciertos sectores “progresistas”, pero no responde: ¿la LIT-CI considera que tal “unidad de acción entre las masas y el imperialismo” fue progresiva o no? Esta pregunta es tanto o más pertinente porque la LIT-CI sí ha llamado en otras ocasiones a la unidad de acción incluso al imperialismo. En el caso del golpe de Honduras, en 2009, planteó que “Es imprescindible la exigencia de ruptura de las relaciones con el gobierno de facto de los gobiernos de todos los países que aún no lo hicieron. Y, especialmente la exigencia de boicot económico, principalmente de Estados Unidos, principal comprador de productos hondureños (...)” (Correo Internacional N° 151, Agosto 2009). Es decir, llegó a hacer una exigencia increíble al gobierno de Obama en nombre de la unidad de acción “antigolpista” pese a ser Honduras un país semicolonial oprimido por el imperialismo norteamericano, que sostendría a Micheletti y los militares!

La “unidad de acción” de la OTAN y las masas que la LIT descubre en Libia esconde que la intervención imperialista fue guiada en un 100% y desde el primer momento, por el objetivo de desviar, engañar y derrotar la sublevación popular para impedir que un proceso revolucionario en desarrollo se saliera de todo control y no sólo derrotara a Kadafi sino que superara a la dirección colaboracionista del CNT. Esa intervención expresó de manera particular, en un cuadro signado por la apertura de la guerra civil, la estrategia de contrarrevolución “democrática” con la que el imperialismo actúa frente al proceso revolucionario árabe, para intentar implementar “transiciones” controladas a regímenes con formas democrático-burguesas donde sus viejos agentes fueron derribados (como Egipto y Túnez), o algunas “auto-reformas” cosméticas a cuenta gotas donde sus agentes conservan el poder.

Creemos que la intervención de la OTAN fue en un todo y desde el principio absolutamente contrarrevolucionaria y hablar de una supuesta “unidad de acción” en los términos que hace la LIT-CI expresa una adaptación a la retórica democrática predominante que lleva a capitular ante quienes alaban abiertamente las fantasmales virtudes democráticas del imperialismo, como hacen buena parte de la izquierda y los “progresistas” especialmente en Europa. Por ejemplo, cuando los representantes del Bloco de Esquerda portugués votaron en el Parlamento Europeo, apoyando la resolución sobre Libia, “del lado de la OTAN, los Estados Unidos y Gran Bretaña al apostar por una intervención militar extranjera” (http://www.larepublica.es 11/03/11) el grupo Ruptura/FER (miembro de la LIT-CI) que integra el BE no hizo una gran campaña de denuncia a esa capitulación (tampoco la LIT-CI) , pese a que el BE también votó por el plan de la Unión Europea y el FMI para imponer el ajuste contra los trabajadores y el pueblo en Grecia.

Desde el punto de vista metodológico, el análisis de la LIT-CI rompe la relación entre el aspecto militar de la intervención del imperialismo y su aspecto político, devaluando las consecuencias contrarrevolucionarias de la cooptación del CNT, a las que no da la menor importancia. Esto es producto de su método unilateral, objetivista, de analizar la realidad, a diferencia del método marxista que establece una relación dialéctica entre los factores objetivos y los subjetivos, cuya influencia en los resultados no puede ignorarse.

Opinamos que las operaciones militares, tanto como las medidas económicas tomadas por Europa y Estados Unidos, son inseparables de elementos políticos de enorme importancia como la posibilidad de Obama, Sarkosy y Cameron y sus fuerzas de presentarse como “amigos del pueblo libio” para legitimar su intervención, y la cooptación de la dirección rebelde, el CNT, por el imperialismo, lo que por su parte viabilizó la reducción de las fuerzas referenciadas en éste a un papel subordinado a los planes imperialistas.

La LIT “embellece” al CNT, agente del imperialismo

El apoyo del CNT a la intervención militar de la OTAN, la llegada de múltiples agentes del espionaje, los servicios y militares franceses, ingleses, norteamericanos, etc., a “colaborar” con él y sus milicias, y las múltiples concesiones económicas hechas a los imperialistas “aliados” (como la pública promesa de entregar un tercio del petróleo a los franceses) expresaron su conversión en un claro agente del imperialismo. Kadaffi era un agente del imperialismo y le rindió a éste los más estimables servicios en los últimos años, lo cual no niega que hubiera contradicciones y que en cierto momento dejara de ser funcional a las necesidades imperialistas, por lo que las grandes potencias le “soltaron la mano” y pasaron a apoyar su desplazamiento, tal como hemos visto. Pero, ahora el imperialismo logra con el CNT un agente abiertamente colaboracionista, tanto o aún más proimperialista que el de Kadafi, afirmación nuestra que irrita profundamente a la LIT-CI pues contradice todo su esquema de triunfos “colosales” sin sombras importantes.

El CNT, integrado mayormente por ex funcionarios kadafistas (su principal figura hoy es un ex ministro del dictador), líderes tribales, islamistas y burgueses opositores, ha puesto el reconocimiento obtenido de las potencias al servicio de reconstruir una “autoridad”, alimentando ilusiones en los miles que se han levantado en Bengasi y otras ciudades de que el imperialismo puede actuar a favor de los intereses de las masas populares. Ha obstaculizado en cuanto ha podido la auto-organización y armamento de masas, procurando reunir los hilos de la dirección y la autoridad en sus manos e impedir que se desarrolle cualquier tipo de centralización democrática de la lucha. Y hasta ha alimentado los prejuicios xenófobos contra los trabajadores inmigrantes que constituían una parte decisiva del proletariado libio, ayudando a su desorganización y dispersión.

Utilizamos la metáfora de “infantería de la OTAN” para la subordinación de las milicias, referenciadas en el CNT, a la “ayuda”, “consejos” y orientación imperialista, remitiéndonos en la comparación a lo sucedido en Kosovo, cuando el levantamiento contra la dominación serbia de las fuerzas que conformaron el ELK se vio desnaturalizado por el apoyo de éste a los bombardeos aliados a Belgrado, subordinándose al plan imperialista y perdiendo su carácter progresivo. En el caso libio, la sangrienta represión de las fuerzas de Kadafi ayudó a ahogar la inicial desconfianza y rechazo de sectores rebeldes hacia la “ayuda” imperialista y a justificar que la mayoría de la dirección del CNT se arrojara en brazos de la OTAN.

Las fuerzas de la OTAN han actuado “guiando” el accionar de las milicias rebeldes, interviniendo para impedir su derrota en las puertas de Bengasi en marzo, haciendo miles de incursiones aéreas para debilitar y desarticular el aparato militar de Kadafi (con un costo humano y material cuantioso), enviando equipos de tropas especiales, inteligencia, entrenadores, etc., abriéndoles camino como se dio hasta el momento mismo del ajusticiamiento de Kadafi (aviones de la RAF actuaron para impedir que huyera en un convoy de vehículos), etc.

En ausencia de un polo con influencia de masas independiente del CNT y el imperialismo, no puede extrañar a nadie, aparte de la LIT-CI, que el levantamiento popular haya conducido a que surja un gobierno profundamente sometido a las potencias imperialistas.

No contestaremos aquí a todas las maniobrillas polémicas de baja estofa de la LIT-CI (como la de que para nosotros sería preferible que Kadaffi siguiese en el poder), Sería muy tedioso y cualquier lector reflexivo de nuestras posiciones podrá sacar sus propias conclusiones.

Pero hay un punto que llama la atención. Discutiendo contra nuestra caracterización del CNT, y en auxilio de su posición, la LIT-CI acarrea los ejemplos de Cuba (la revolución de 1959) y la Revolución Rusa de febrero de 1917. Pero en Cuba, el M-26 nunca consideró pedir o aceptar que acudieran los barcos, marines y aviones yanquis para “salvar vidas civiles” de la represión batistiana. Y en Rusia, los bolcheviques denunciaron intransigentemente la complicidad de los gobiernos de Lvov y luego de Kerensky con los imperialistas aliados para proseguir la guerra y derrotar así la revolución. Así, tales ejemplos muestran exactamente lo contrario de lo que la LIT-CI quiere hacer creer... Cualquier movimiento de liberación nacional o revolución tiene el derecho de utilizar las contradicciones interimperialistas y armarse o aprovisionarse de donde pueda, pero no es posible reconocerle al CNT ningún derecho a avalar la intervención económica, militar y política de la OTAN en Libia bajo el pretexto de acabar con la dictadura kadafista, para así convertirse en su agente y peón. (por eso, hemos polemizado también con quienes como IS exigían armas para los rebeldes, sin delimitar ese problema crucial. Ver por ejemplo “¿Armas para quién? En LVO 420. 31/03/11).

El CNT es un gobierno cipayo que ahora se dispone a reorganizar el Estado, reconstruir el Ejército y recuperar la economía de la mano de la “ayuda” imperialista cuyos objetivos se delinearon en las recientes conferencias y reuniones internacionales donde las potencias diseñan el futuro libio. Y reedificar un régimen viable mediante un calendario pautado por el imperialismo hacia una “transición política” que duraría unos dos años... pero que según ya anticipan los voceros del CNT, apuntaría a construir un régimen fundado en la sharia islámica, como consumación de los planes dirigidos a burlar las aspiraciones democráticas populares mientras Libia se convierte en territorio de caza de las transnacionales petroleras, más abiertamente aún de lo que ya era con Kadaffi (que había entregado generosas concesiones a la ENI italiana y otras transnacionales, etc.).

La LITCI y el “mal menor” democrático

No sólo hay que tener una definición precisa del “campo militar” en que ubicarse. Tanto o más importante es tener una ubicación clara en el “campo político”. Es decir, no hay que perder de vista ni por un minuto la necesidad de la independencia política de la clase obrera, un problema central de estrategia. La LIT-CI solo ve dos campos: el kadafista y el antikadafista. Pero ambos, aún enfrentados militarmente y con distintos proyectos políticos, son dos campos burgueses enemigos de la revolución que daba sus primeros pasos en la rebelión y la guerra civil.

Por eso, ubicarse del lado rebelde significa desde el primer instante combatir consecuentemente y con los métodos revolucionarios a Kadafi, tanto como a la dirección rebelde y a la intervención de la OTAN. Esto no tiene nada que ver con adaptarse a la “unidad de acción” que la LIT-CI ve entre el imperialismo y las masas ni dejar para “más adelante” la denuncia del CNT. Como nos enseñó Trotsky, hay que luchar contra los dictadores con los métodos de la revolución obrera y socialista internacional, separándose tajantemente de los agentes de la burguesía “democráticos” nacionales y extranjeros.

Pero veamos cómo explica la LIT-CI las tareas y las alianzas en la lucha contra el dictador en Libia:

“En este proceso se da una amplísima unidad de acción anti-dictatorial, de la que participan trabajadores, sectores populares, e incluso con la adhesión de sectores burgueses, más oficiales y tropas desertoras de las fuerzas armadas, a lo que ahora se agregan incluso altos funcionarios del régimen. Está claro que se necesita la más amplia unidad de acción con todos los sectores, incluidos los burgueses desplazados por el régimen, para terminar con esta dictadura genocida atrincherada. (…) Es evidente que la tarea decisiva de la revolución ahora es derrotar las fuerzas de la dictadura en Trípoli y derrocar a Kadafi. Y para ello es fundamental unificar sólidamente a todas las fuerzas sociales, políticas y militares que sostienen la lucha. (…) Esto no significa, sin embargo, que todos los que participan de la lucha tengan los mismos intereses o piensen en las mismas medidas para cuando, después del derrocamiento de Kadafi, haya que construir el nuevo poder para la nueva Libia. Para defender sus intereses, los trabajadores necesitan una organización independiente de los burgueses y su propia dirección”. (“Libia a sangre y fuego”, Por G. Massa, 24/02/11, en www.litci.org)

Es que la LIT-CI se guía por una semiconcepción de campos y etapas reñida con el trotskismo. Ve campos diferenciados por regímenes: el dictatorial de Kadafi y el antidictatorial y “democrático” en el que con intereses y dinámicas diversos actúan las masas, el CNT y de hecho la OTAN, y ve una primera etapa (todos juntos contra la dictadura) con la más “amplísima unidad de acción”, pues la tarea sería unir a “todos contra Kadafi” por lo que sólo más adelante, cumplida esa tarea, se constituirían en una amenaza determinante el CNT y la intervención imperialista. Esto tienen serias consecuencias programáticas, pues en tal primera etapa el programa para la LIT-CI es ¡Abajo Kadafi! (¿la “consigna que moviliza”?) pero sin levantar consecuentemente un programa transicional articulado alrededor de esa demanda (uniendo las demandas más sentidas de los trabajadores y el pueblo laborioso, empezando por las demandas democráticas formales -abajo la dictadura-, estructurales -fuera el imperialismo- e incorporando las demandas sociales -trabajo, salario, etc.- junto a las “organizativas” -comités, milicias, consejos o soviets-), pues justamente, hacerlo iría en contra de esa “unidad de acción” tan amplia que proponen.

Sin embargo, para los marxistas no se trata sólo de derribar una dictadura, sino de cómo se la derriba, con qué métodos y qué clases conquistan autoconfianza y autoridad ante la población con ello, y eso debe sintetizarse en el programa de acción levantado, con el objetivo de fortalecer y unir las filas de los trabajadores y conquistar el máximo de independencia en su autoorganización, armamento y conciencia, y peleando la hegemonía en la alianza de masas incluso frente a eventuales “aliados”, en suma, como ya desde las fases preparatorias y más aún en los comienzos mismos de un proceso revolucionario, la clase obrera puede avanzar en su preparación para las tareas de la revolución.

Ausencia de una estrategia de clase

Para la LIT-CI no existe el problema de cómo plantear ya desde los primeros momentos, una política consecuente para fortalecer el “tercer campo” político-social -un polo obrero y de masas políticamente independiente y revolucionario-. Esto no es un mero problema “táctico”, secundario para la marcha de un proceso revolucionario en nuestra época. Por el contrario, es una necesidad fundamental que demanda una estrategia consciente para alentar su desarrollo.

Los trotskistas consideramos que sólo si la clase trabajadora se erige como sujeto social y políticamente independiente, construyendo su hegemonía sobre el pueblo sublevado, habrá una garantía estratégica de derrotar al plan imperialista y asegurar, con la toma del poder por el movimiento, la completa satisfacción de las aspiraciones democráticas populares, la liberación nacional y el comienzo de una transformación socialista de Libia.

Por eso, buscamos cómo dar expresión teórica, programática y política consecuente a la necesidad de fortalecer al movimiento obrero en todas las fases de la movilización, combatiendo políticamente a los agentes de la burguesía y el imperialismo (sean “demócratas”, islamistas, etc.) en todo el proceso en el que intervienen para manipularlo, derrotarlo y desviarlo, y ayudar por el contrario a avanzar hacia su plena independencia política y prepararse subjetivamente para las tareas que plantea la revolución.

Pero la LIT-CI (también la UIT-CI) “naturaliza” el hecho de que las movilizaciones y levantamientos sean espontáneos, populares, sin centralidad obrera, sin organismos de las masas centralizados para la lucha política, bajo dirección burguesa colaboracionista (en algunos casos, con peso de sus instituciones, como ocurre con el Ejército en Egipto), e inclusive con intervención militar directa del imperialismo como en Libia, y que no haya fuertes alas obreras y socialistas para pelear como alternativa. Consideran los grandes acontecimientos de masas como expresión general de la crisis del capital y la madurez de las condiciones objetivas pero no los piensan en función de la experiencia estratégica del proletariado. Tras ese “realista” empirismo se esconde un profundo escepticismo por la potencialidad revolucionaria del proletariado. Nosotros consideramos que la clase obrera es la única clase consecuentemente progresiva y revolucionaria y que, cuando logra su independencia de la burguesía, desarrolla y despliega no solo su combatividad, sino su creatividad y fuerza moral en el proceso revolucionario. El desdén por el problema estratégico del rol consciente que debe y puede asumir el proletariado en los procesos revolucionarios sólo evidencia su ausencia de estrategia enraizada en el proletariado como clase revolucionaria fundamental de nuestra época.

Eso se expresa también en que pese a su caracterización de que en Libia hay un proceso revolucionario que logra colosales triunfos, no levanta una política soviética (el desarrollo y centralización de formas democráticas de frente único para la lucha de las masas que puedan transformarse en un doble poder), y no plantea claramente una consigna de poder, más allá de ocasionales enunciados generales de propaganda.

Por su parte, IS también nos critica “la consigna abstracta y universal de “pelear por un gobierno obrero y popular” (El Socialista 201, “Debate en la izquierda”), pero no se preocupa por elaborar y levantar consecuentemente una política de poder obrero. Sin entrar a discutir las formas concretas, tácticas, en que podría materializarze esta política, para nosotros, el plantear el combate por la autoorganización centralizada, independiente del CNT y basada en el armamento popular va unido al planteo de un gobierno obrero y popular sobre esa base, pues es la única alternativa revolucionaria frente a las dos fracciones burguesas (Kadafi y el CNT – imperialismo).

La razón de fondo: ¿“revolución democrática” o revolución Permanente”?

La LIT-CI se escandaliza porque afirmemos que “no necesariamente la derrota de un gobierno reaccionario o la caída de una dictadura significan un avance de la revolución obrera y socialista”. Para sus esquemas tranquilizadores, donde a la primera estación “derrota de la dictadura” le debe seguir sin duda una segunda estación “socialista”, eso es una herejía sectaria. Pero no es culpa nuestra si para sostener tal “teoría” deben deformar o negar hechos básicos, como las enseñanzas de decenas y decenas de procesos revolucionarios desviados y derrotados.

Por ejemplo, los compañeros toman los procesos de 1989. Pero la rebelión de los obreros rusos, polacos, etc., contra la dictadura de las burocracias stalinistas no condujo -y han pasado 20 años!!!- ha profundizar la revolución socialista sino a gobiernos restauracionistas y a la reintroducción del capitalismo en esos países. El marxismo tenía razón una vez más enseñando a distinguir forma política del contenido social de la dominación. El comienzo de esas revoluciones fue ahogado, abortado, bajo direcciones procapitalistas. ¿Quiere decir que esos levantamientos de masas no eran progresivos? No, quiere decir que al quedar bajo la hegemonía de direcciones proburguesas, fueron llevados a la derrota imponiéndose la contrarrevolución con ropaje democrático.

En el caso latinoamericano, la caída de dictaduras a principios de los ‘80, como en Argentina, Bolivia y otros países, derivó en la constitución de regímenes democrático burgueses que mostraron su utilidad para recomponer la dominación burguesa y desviar los procesos de movilización – a veces muy importantes- durante más de dos décadas. Las democracias que sustituyeron esos regímenes odiados, se mostraron instrumentos de gran utilidad para mantener por décadas el dominio del capital.

La LIT-CI (y la UIT-CI) no reniegan de la “Revolución Permanente” en general... pero la tergiversan groseramente, pues comparten la concepción de Nahuel Moreno que criticaba que: "Lo que Trotsky no planteó, pese a que hizo el paralelo entre stalinismo y facismo, fue que también en los países capitalistas era necesario hacer una revolución en el régimen político: destruir al fascismo para conquistar las libertades de la democracia burguesa, aunque fuera en el terreno de los regimenes políticos de la burguesía, del Estado burgués" (Nahuel Moreno, Revoluciones del Siglo XX), para así elaborar una teoría semietapista de la revolución democrática que separa una primera fase de cambio de régimen político (el derribamiento de las dictaduras y la conquista de la democracia burguesa) que serviría de antesala a una segunda fase posterior donde se cumplirían las tareas económico-sociales de la revolución.

Pero ya Trotsky advertía contra todo análisis simplista de este tipo, refiriéndose a la revolución alemana de 1918, cuando fue derribado el Kaiser "...es evidente que no fue el coronamiento democrático de la revolución burguesa, sino la revolución proletaria decapitada por la socialdemocracia o, por decirlo con más precisión. Una contrarrevolución burguesa obligada por las circunstancias a revestir, después de la victoria obtenida por el proletariado, formas pseudodemocráticas" (L. Trotsky "La Revolución Permanente", edit. Yunque, pág. 29). No podemos referirnos aquí a las decenas de casos que corroboran este análisis donde la contrarrevolución burguesa e imperialista utilizó formas pseudodemocráticas para derrotar a la revolución utilizando su inmadurez subjetiva. Sin embargo, estas lecciones son olvidadas en el esquema conceptual de “revolución democrática”, que constituye una adaptación a la democracia burguesa y sus mecanismos, a los que el imperialismo apela hoy ante los procesos en curso no sólo en Libia sino en todo el escenario de la rebelión árabe (¡Túnez! ¡Egipto!), procurando impedir su desarrollo en sentido revolucionario.

Las tareas de la revolución no se pueden limitar al cambio de régimen político, pues si bien el derrocamiento del dictador es una tarea elemental, aislada le abre la posibilidad de maniobras a la clase dominante para contener o desviar el auge revolucionario con reformas “pesudodemocráticas” como decía Trotsky. Nosotros reivindicamos la plena vigencia de la tesis que afirma: “con respecto a los países de desarrollo burgués retrasado y en particular de los coloniales y semicoloniales, la teoría de la revolución permanente significa que, la resolución íntegra y efectiva de sus fines democráticos y de emancipación nacional, tan solo puede concebirse por medio de la dictadura del proletariado, empuñando éste el poder, como caudillo de la nación oprimida” (L. Trotsky, La Revolución Permanente –Tesis).

Señalemos además que la dinámica objetiva de la revolución, que la LIT-CI y otras corrientes convierten en un valor absoluto, es inseparable de la dinámica de las “premisas subjetivas”. La concepción simplista de una “revolución cualquiera con una dirección cualquiera” está reñida con el trotskismo. Y afirmar esto no tiene nada que ver con el sectarismo que a su vez, “absolutiza” el polo subjetivo hasta despreciar la realidad con sus contradicciones. Nosotros sostenemos con Trotsky que a fin de cuentas, en los momentos clave, el problema de la conciencia y organización del proletariado, que en última instancia se sintetizan en la existencia o no de un partido revolucionario, serán decisivos: "(...) cuando las premisas objetivas están maduras, la clave de todo el proceso histórico pasa a manos del factor subjetivo, es decir del partido. El oportunismo que vive consciente o inconscientemente bajo la sugestión de la época pasada, se inclina siempre a menospreciar el rol del factor subjetivo, es decir, la importancia del partido revolucionario y su dirección" (Trotsky, La Tercera Internacional después de Lenin, 1929). En este plano, el reagrupamiento de la vanguardia obrera en torno a un programa y una estrategia para vencer -es decir, el desarrollo de una dirección revolucionaria- es un problema vital para el destino final de cualquier proceso revolucionario.

En conclusión

La LIT-CI nos interpela: ¿la caída de Kadafi fue una victoria de las masas o del imperialismo? ¿lo que ocurrió es progresivo o regresivo para el avance de la revolución, en Libia y el mundo árabe?

No se puede hablar tan alegremente en este caso particular, de “gran victoria del pueblo libio y la revolución árabe” y desdeñar las enormes complejidades de la situación (remitimos a la nota de C. Cinatti en LVO 450 para el análisis de la coyuntura libia tras la muerte de Kadafi y sus perspectivas). En primer lugar, el resultado provisional es altamente contradictorio pues el levantamiento popular queda subordinado a la intervención del imperialismo y éste se reacomoda no sólo en Libia, presentándose como adalid de la “revolución democrática”, sino frente al mundo árabe en convulsión, para seguir desplegando sus planes contrarrevolucionarios. Con ello, un proceso progresivo en sus inicios puede terminar completamente desnaturalizado si el plan imperialista y su agente del CNT logran afianzarse en Libia.

Habrá que ver si se impone el plan imperialista o la profundidad de la crisis, el empuje de las masas, el impacto de otros acontecimientos a nivel regional e internacional impiden esto, y así, puede seguir desarrollándose la lucha de clases en sentido revolucionario.

Por lo pronto, es posible que si muchos árabes festejaron la caída del dictador, también crezcan las ilusiones en la “ayuda” imperialista, lo que el imperialismo tratará de utilizar para fortalecer su estrategia contrarrevolucionaria en toda la región. Y esto es un gravísimo peligro para el futuro del proceso revolucionario en el mundo árabe.

La lucha por sentar las bases de partidos revolucionarios a nivel internacional, que se preparen para encarar las tareas de una etapa como la que abre la actual crisis mundial, demanda un programa y una estrategia que incorporen, entre otras experiencias, también las lecciones de la lucha de clases en el mundo árabe durante 2011 y en especial, las del dramático proceso libio. En esa perspectiva, la vanguardia no podría sacar mayor provecho de las ambigüedades, inconsistencia y adaptación que revelan las posiciones de la LIT-CI.









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