LA ASAMBLEA DEL 24 DE OCTUBRE: un balance necesario

30 Oct 2009   |   comentários

Como decimos en el artículo precedente, después de la movilización del 15 no se definió un plan contundente de movilización, tendiente a masificar la lucha y recuperar las instalaciones por la vía de la acción de los trabajadores electricistas y sus aliados. Días después de romperse la negociación con el gobierno, la dirección sindical convocó a una Asamblea Nacional el 24 de octubre, donde se discutiría la convocatoria a una huelga nacional en contra del decreto, lo cual generó amplias expectativas entre sectores de los trabajadores.

Sin embargo, el resultado de la asamblea no fue el esperado por quienes concurrieron a la misma. Mientras amplios sectores coreaban la consigna de “Huelga”, la dirección del SME, acompañada de sectores afines al PRD y PT e integrantes de estos partidos, se negaron a hacer un claro llamado a la huelga en solidaridad y, por el contrario, impusieron el llamado a una nueva asamblea, el 5 de noviembre, para “dar tiempo de consultar a las bases sindicales”. Además, por la dinámica impuesta, para que sólo hablaran los dirigentes sindicales y de algunas otras organizaciones previamente “consensados”, la reunión estuvo lejos de ser una verdadera asamblea en la que participasen democráticamente los distintos sectores y trabajadores asistentes y se tomara en cuenta su reclamo de medidas más decididas de lucha.

La negativa a convocar a una huelga nacional contra el decreto, exigiéndole a los sindicatos aliados que pongan toda la fuerza de sus organizaciones en las calles, es la consecuencia de una estrategia centrada en presionar a las instituciones del régimen. Desde el comienzo del conflicto, el Comité Central del SME, encabezado por Martín Esparza, ha privilegiado la promoción de los amparos contra el decreto de Calderón, así como la controversia constitucional en el Congreso de la Unión (que resolverá la Suprema Corte), por sobre la acción directa –es decir la movilización de masas y la huelga-. Reproduciendo la política sustentada por el PRD y el lopezobradorismo, la dirección del SME ha enfatizado la resistencia “legal y pacífica” como la estrategia para lograr el triunfo de las demandas de los trabajadores electricistas.

Sin embargo, la realidad de los últimos años muestra que esta política es incorrecta, si lo que queremos es triunfar. En el caso del movimiento antifraude, no bastaron las movilizaciones callejeras ni los plantones, ni mucho menos las estratagemas legales. Durante meses, grandes contingentes se movilizaron contra el fraude, pero eso no logró hacer retroceder al gobierno de Calderón. La falta de una huelga nacional de los sindicatos en contra del fraude, aunado a la estrategia de AMLO de presionar a las instituciones en lugar de luchar por derrotarlas, condujo a la impotencia al movimiento encabezado por la CND.

El peligro para la lucha actual es el mismo. El movimiento puede desgastarse tras la ilusión en que alguna de las instituciones de esta democracia para ricos cambiará el curso de la política gubernamental. Ilusión que choca con el hecho de que la Suprema Corte de Justicia ha avalado los capítulos de mayor antidemocracia e impunidad de México, tales como las reformas a las leyes del IMSS y el ISSSTE, los crímenes en la guardería ABC o el encarcelamiento de los luchadores sociales de Atenco.

Consideramos que la dirección del SME no debería subordinarse a la estrategia del PRD que, por su carácter de clase burgués y su pertenencia a esta “democracia para ricos”, defiende una política centrada en la “vía legal y pacifica” para presionar sobre las instituciones, y es adversario de cualquier orientación que rompa toda confianza en las mismas, apunte a enfrentarlas radicalmente y se base en la huelga y en la movilización en las calles.

La actual política que pone todos los esfuerzos en la negociación y en la presión sobre las instituciones es impotente para el triunfo de la lucha. Todavía estamos en condiciones de derrotar al gobierno, pero es necesario recuperar el tiempo perdido. Es fundamental una perspectiva que confíe fundamentalmente en la fuerza social del movimiento obrero y sus aliados del campo y la ciudad, en la huelga nacional y en la organización desde las bases de la lucha obrera y popular.









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