Este 8 de Marzo....

Impulsemos una gran agrupación militante de mujeres anticapitalistas, socialistas y revolucionarias

08 Mar 2010   |   comentários

  • Folleto editado por Pan y Rosas Mexico para el 8 de marzo del 2010



Para leer el folleto especial para este 8 de marzo, descargue el documento presentado en el sector superior derecho de su pantalla, o directamente en http://www.ltscc.org.mx/IMG/pdf/Folleto-revista3_1_.pdf

MANIFIESTO DE PAN Y ROSAS MEXICO (FEBRERO 2010)

En nuestro país, la precarización laboral que enfrenta la mujer es alarmante, 24.5 millones de mexicanas viven en situación de pobreza, 4 de cada 10 trabajadoras gana entre 54 y 100 pesos al día, y estos bajos salarios además, tienen que ver con que más de la mitad de las personas que laboran un máximo de 15 horas semanales son mujeres, en empleos donde se carece de un contrato, prestaciones y estabilidad.
En medio de la crisis económica, somos nosotras las primeras en ser despedidas y cuando aumentan los precios a los alimentos y servicios, las mujeres de la población rural sin tierras y las mujeres pobres de las ciudades, son las encargadas de administrar la miseria en los hogares.

Nuestras oportunidades de trabajo están sesgadas por pagos, horarios, roles y cargos “para mujeres”, y los sectores de la industria con mayoría femenina, son los más precarios al pagarnos menos aún cuando el trabajo que hacemos sea el mismo que los hombres. A cambio, no contamos con apoyo para poder trabajar, ni guarderías, ni lavanderías, ni comedores colectivos. Nosotras debemos ocuparnos de dónde dejar a los hijos, llevarlos a la escuela, ayudar con sus tareas, además de ver si la ropa y la casa están limpias y qué va a comer la familia. Sufrimos despidos y discriminación laboral durante el embarazo y debemos ver qué hacer con los hijos tras el parto; para poder seguir trabajando, las labores de la mujer comienzan a primeras horas de la mañana y terminan cuando se duerme toda la familia.

Bajo el gobierno de Calderón esto se recrudece, descargando la crisis económica sobre los y las trabajadores/as, como muestra el decreto de extinción de Luz y Fuerza del Centro, que dejó en la calle a 46 mil familias trabajadoras, con esta misma política que únicamente favorece las ganancias capitalistas. Sabemos que la crisis profundizará los despidos y serán millones de mujeres y sus familias las que se verán condenadas a una precarización extrema, sin seguridad social, sin derecho a la jubilación ni a la salud, vacaciones, aguinaldos, prestaciones, y con salarios más bajos que los hombres por el mismo trabajo realizado y sin derecho a sindicatos.

Por eso, Pan y Rosas propone a todas las agrupaciones de mujeres, organizaciones sociales y políticas de izquierda, lanzar unitariamente en todo el país una Campaña Nacional Contra la Precarización Laboral, donde se planteen las más urgentes demandas de la mujer trabajadora. Contra la reforma laboral que sólo beneficia a la patronal, por la estabilidad del trabajo con plenos derechos laborales y sindicales para la mujer. ¡A igual trabajo, igual salario! ¡Por guarderías, lavanderías y comedores populares! ¡Abajo el decreto de extinción de LyF y fuera la PFP de las instalaciones!
¡Basta de violencia contra las mujeres!

La explotación de las mujeres trabajadoras en México, adquiere grados terribles, en las maquilas de la frontera con los EE. UU. Allí, miles de jóvenes trabajadoras desarraigadas de sus comunidades se concentran en enormes montadoras donde pierden la salud y la vida a cambio de miserables salarios y condiciones de trabajo infrahumanas. Además, su situación de vulnerabilidad las ha convertido en objeto de los crímenes más espeluznantes: víctimas de las redes de trata y prostitución, violadas, abusadas, ultrajadas y asesinadas sin que los responsables de estos crímenes sean castigados. Los centenares de jóvenes asesinadas en Ciudad Juárez y la cínica impunidad en la que siguen ocurriendo estos crímenes, muestra claramente que en estos crímenes están involucradas las fuerzas represivas del Estado, bandas paraestatales, empresarios y funcionarios de ambos lados de la frontera.

En todo el país, la política del gobierno justificada con la “guerra antinarco”, legitima la violencia militar y policial a los poblados pobres del país, ignorando a los delincuentes de cuello blanco, que administran sus negocios en contubernio con los gobiernos locales y estatales, contribuyendo a que sean las mujeres detenidas arbitrariamente, a sufrir las peores vejaciones, abusos y violaciones, como parte de los “operativos”. O en casos de escarnio político, como pasó a las compañeras de Atenco, que aún no pueden ver el castigo para los policías violadores que las detuvieron.

En medio de ésta extrema violencia avalada por el estado, 7 de cada 10 mujeres han sido víctimas de violencia en su vida cotidiana
¡En Pan y Rosas estamos contra todos los tipos de violencia y decimos basta!

Por una comisión investigadora independiente de los crímenes de Ciudad Juárez. Juicio y Castigo a los responsables del feminicidio.
Que el estado provea de trabajo y asistencia a las mujeres víctimas de violencia, en hogares transitorios que operen bajo el control de las propias mujeres asistidas y las trabajadoras que allí se desempeñen.
¡Ni una muerta más por abortos clandestinos!

A los cientos de mujeres asesinadas y violentadas que hay en México, se suma trágicamente la realidad de 600 mil casos de abortos clandestinos al año en el país, de los cuales, 100 mil de ellos terminan en complicaciones para la salud, que incluso cuestan la vida de muchas de ellas.

Pero el gobierno recorta el presupuesto a la salud, mientras avanza en su privatización con la farsa de seguro popular, despoja a millones de mujeres y sus familias del acceso a servicios médicos y medicinas gratuitas. Además este clerical gobierno panista, hipócrita y moralista, impulsa en todo el país, en alianza con el PRI, “leyes antiaborto” que evitan la Interrupción Legal del Embarazo y encarcelen a quienes pretendan ejercerlo, leyes impuestas ya en 18 estados del país, Oaxaca, Yucatán, Querétaro, Baja California, Colima, Jalisco, Veracruz, Sonora, Puebla, Morelos, Campeche, Quintana Roo, Durango, Nayarit, Guanajuato, San Luis Potosí, Chiapas y Chihuahua. Como resultado de esta ley, en Veracruz hay 12 mujeres procesadas por homicidio calificado, con penas que van de 12 a 15 años de cárcel, aún en casos donde la interrupción legal del embarazo no fue voluntaria.

Su verdadera intención es mantener el control de las decisiones de la mujer y que nuestro cuerpo quede a merced de las leyes del estado y las instituciones y no bajo nuestra voluntad, para mantener en pie este orden social esclavista, donde la mujer no es dueña ni de sí misma.
¡Abajo las violentas leyes antiaborto en todo el país!
Contra el intento de la iglesia y el panismo de revertir la ley aprobada en el D.F., que permite el derecho al aborto hasta las 12 semanas, debemos luchar por la extensión de este derecho sin restricción alguna en todo el país. Luchemos por el derecho a la educación sexual en todos los niveles de la educación pública, por anticonceptivos gratuitos para no abortar y el derecho al aborto libre, seguro y gratuito para no morir.

Pero el control de nuestro cuerpo y nuestra sexualidad no se limita a las leyes antiaborto.La iglesia en alianza con el gobierno defiende las nuevas medidas de control y represión de la sexualidad, sembrando la homofobia y lesbofobia en un país donde los asesinatos de gays, lesbianas, travestis y transexuales son un hecho alarmante. En Morelos, el obispo Florencio Olvera, ordenó el programa “Coraje”, que dice “ayudará a la “conversión” de homosexuales para evitar que “dañen a terceros”, invitando a los fieles a “terapias de sanación”. Mientras en Morelia, Alberto Suárez Inda, dijo que “ni los perros tienen sexo con los de su mismo sexo”. En tanto, Onésimo Cepeda, ha declarado que los homosexuales “no entran al cielo”.

En este marco, el PAN junto a sectores del PRI, buscan que la Suprema Corte vete la reforma de ley aprobada por la Asamblea Legislativa del DF, que permite en la ciudad los matrimonios entre parejas del mismo sexo y que éstas puedan adoptar. Mostrando con una feroz campaña, a un lado de la iglesia, lo reaccionario y oscurantista de un partido y régimen político que reprime a los sectores que sufren la opresión del estado y la iglesia contra su derecho a decidir con quién vivir y cómo hacerlo.

Pan y Rosas lucha por la libertad sexual y acompaña al movimiento de gays, lesbianas, travestis y transexuales en su lucha por plenos derechos civiles y legales.
¡Alto a la campaña de odio sembrada por el panismo y la Iglesia!

***
Quienes integramos Pan y Rosas, consideramos que la lucha contra la opresión de las mujeres es, también, una lucha anticapitalista. Por eso, sostenemos que sólo las mujeres y los hombres que producen toda la riqueza social que es expropiada por los capitalistas, son los que pueden acabar con este sistema de explotación y opresión que recae con sus peores secuelas sobre nosotras. Para ello, es necesario romper relaciones con los capitalistas, con su estado, los partidos políticos que representan sus intereses, con los representantes burocráticos de la clase obrera que viven de las prebendas estatales o patronales y que sólo saben traicionar a las trabajadoras y los trabajadores en sus luchas. Es decir, nos pronunciamos por la independencia política de la clase obrera y alentamos todos los pasos que se den en este sentido.

En su lucha contra la explotación no habrá mejores aliados para las mujeres y los hombres de la clase obrera que todos aquellos sectores de la sociedad, cuyos objetivos y necesidades no pueden ser satisfechas por este sistema en descomposición: los campesinos, los pequeños comerciantes arruinados por los grandes capitalistas, los pueblos originarios, las clases medias urbanas empobrecidas, el movimiento estudiantil, la juventud rebelde... Es esta alianza la que verdaderamente puede herir de muerte al capitalismo, y no la confianza en las “oposiciones” al oficialismo encabezadas por “sectores progresistas” burgueses o de sus partidos políticos. Además, consideramos que sólo la revolución social que acabe con este sistema de explotación, puede sentar las bases para la emancipación de las mujeres. Pero, quienes integramos Pan y Rosas, no creemos que haya etapas “obligadas” en la lucha por nuestra emancipación. Creemos, sin ningún sectarismo, que mientras luchamos por un sistema donde no existan la explotación ni la opresión, es nuestro deber irrenunciable impulsar las luchas de las mujeres por las mejores condiciones de vida posibles aún en este mismo sistema, por los derechos democráticos más elementales. Por eso, aunque nos consideramos parte de la clase obrera y de su lucha, desde Pan y Rosas impulsamos la más amplia unidad en la acción con todos los sectores en la lucha y la movilización por nuestras demandas, siempre que podamos mantener, en esa unidad, nuestra independencia del estado, la iglesia, el régimen y los partidos patronales.

Desde esta perspectiva y con este programa que planteamos, te invitamos a construir Pan y Rosas en México, una agrupación de mujeres trabajadoras, ocupadas y desocupadas, estudiantes y amas de casa, que junto con nuestras compañeras de Pan y Rosas en Argentina, Bolivia, Brasil y Chile se propone construir un movimiento de mujeres anticapitalista, socialista y revolucionario en América Latina.
Visita nuestro blog panyrosasmex.blogspot.com

Pan y Rosas junto a nuestras hermanas de Haití

Como hicimos durante el golpe de estado en Honduras, Pan y Rosas levanta hoy una gran campaña unitaria en solidaridad con las mujeres en Haití junto a otras agrupaciones, colectivas y activistas feministas, autonomistas, anticapitalistas de más de 13 países de América Latina y el Caribe, exigiendo el retiro de las tropas imperialistas y de la ONU, que la ayuda salga de las ganancias multimillonarias de las empresas capitalistas y que sea distribuida por las organizaciones de mujeres, sindicales y populares.
Desde Pan y Rosas México, enviamos una corresponsal para llevar nuestra solidaridad al campamento feminista que instalaron compañeras dominicanas y costarricenses en la frontera con República Dominicana, y que se convirtió en un centro físico y simbólico del apoyo de todas las mujeres de América Latina y el Caribe con nuestras hermanas haitianas.
El próximo 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, debemos convertirlo en una gran jornada de lucha antiimperialista y de solidaridad internacionalista en todos los países de América Latina y el Caribe, junto a las mujeres de Haití.


La siguiente ponencia fue presentada por Andrea D´Atriel 8 de diciembre del 2009 en Casa de Ondas, en el marco del llamado público a la construcción de Pan y Rosas México impulsado por la LTS, como parte del esfuerzo de construir una gran movimiento de mujeres anticapitalista, revolucionario y socialista a nivel latinoamericano.

Hace menos de un mes comenzaba un artículo sobre feminismo latinoamericano, hablando de economía… ¿qué tendrá que ver la economía con el feminismo? Empezaba planteando que aún los pronósticos más optimistas sobre la crisis mundial que se desató hace ya un año, incluyen la perspectiva de que, en un plazo no muy largo, en el planeta habrá 20 nuevos millones de personas desocupadas y otros 200 millones pasarán a vivir en la extrema pobreza. El Banco Mundial estima que ya 50 millones de personas han caído en esta situación.
Pero, como sabemos, ese impacto de la crisis no es ni será igual para todos: la mayoría de esas personas son y serán mujeres. Porque el capitalismo es un sistema monstruosamente obsceno en el que los 200 hombres más ricos del mundo poseen lo mismo que los 2500 millones de personas más pobres, entre quienes el 80% son mujeres y niñas. Imposible referirnos al feminismo, entonces, haciendo caso omiso de este dramático telón de fondo de nuestro debate, que involucra –o mejor es decir que debería hacerlo– las presentes y futuras condiciones de existencia de las grandes mayorías de las mujeres del mundo.

Entre tanto, el feminismo se encuentra desperdigado en pequeños grupos o individualidades dispersas con diferentes grados de activismo y creatividad y múltiples organizaciones de “especialistas en temas de género”, que se relacionan con gobiernos e instituciones internacionales, pero que no cuestionan los mismos planes de expoliación que esos gobiernos o instituciones internacionales aplican contra las masas.

Podríamos preguntarnos entonces, ¿qué movimiento feminista, (entendido como movimiento político de liberación del conjunto de las mujeres) es posible seguir impulsando con esta colosal transformación económica, social y política en ciernes que implica una mayor pauperización de las masas femeninas, la crisis de la denominada “cooperación internacional” gestionada durante las últimas dos décadas por las expertas, y, por otra parte, el riesgo de aislamiento de los pequeños grupos activistas, hegemonizados por mujeres de los sectores medios ilustrados de nuestro continente, centrados en disputas ensimismadas de sentidos político-culturales?

Aunque suene paradójico, durante el período de mayor contraofensiva imperialista contra las masas, sus organizaciones y las conquistas heredadas de décadas anteriores, la agenda feminista se convirtió en gran medida, en política pública de los Estados, los gobiernos y organizaciones interestatales, incluyendo los organismos financieros.
El feminismo, como movimiento radical setentista protagonizado por las mujeres en lucha por su emancipación, tuvo el mérito de imponer sentidos, alcanzando legitimidad entre públicos más amplios. Pero esta legitimidad también fue a costa de reconvertirse, en gran medida, en una plétora de organizaciones no gubernamentales, perdiendo su filo más subversivo. Obtuvo reconocimiento a cambio de integración. Legalidad a cambio del abandono de la radicalidad; lo que posibilitó la desmovilización y la despolitización del movimiento.

En tanto funcionaban proyectos para el desarrollo y la promoción de un “feminismo de derechos”, lo que verdaderamente sucedió es que creció fenomenalmente la desigualdad y, sobre millones de mujeres, se descargaron las consecuencias más nefastas del ataque imperialista a las masas. En América Latina aumentó velozmente lo que se denomina la “feminización de la fuerza de trabajo”, donde la creciente incorporación de las mujeres al mercado laboral fue a costa de una mayor precarización, con las peores condiciones y sin derecho a organizarse.

Durante este mismo período, los antiguos vejámenes se transformaron en ingentes “negocios”. La apertura de las fronteras para el comercio internacional, los paraísos fiscales, la concentración de mujeres jóvenes desarraigadas en enormes ciudades-factorías de fronteras, el crecimiento del narcotráfico y la corrupción permitieron que el tráfico de mujeres para snuff, pornografía, esclavismo sexual y prostitución se transformara en una colosal industria que alcanza a 4 millones de mujeres y 2 millones de niñas y niños cada año, produciendo una ganancia de 32 mil millones de dólares para los proxenetas (entre los que se encuentran muchos funcionarios ).

¿Y qué hay para decir de los denominados derechos sexuales y reproductivos propiciados durante esta etapa? En decenas de países existen derechos sexuales y reproductivos, se respeta legalmente la diversidad sexual y se ha despenalizado el aborto. Parece un gran avance, con la salvedad de que medio millón de nuestras hermanas muere, cada año, por complicaciones en el embarazo o el parto, algo que, a esta altura del desarrollo científico, debiera ser perfectamente evitable.

La crisis económica a la que hacíamos referencia al comienzo, ahora también profundizará aún más la crisis alimentaria que ya, con el aumento de los precios de los alimentos de los últimos dos años, eleva a 950 millones la cifra de personas desnutridas en el mundo, mientras las grandes multinacionales introducen los cultivos transgénicos, talando bosques, agotando la fertilidad del suelo, propagando el uso de plaguicidas tóxicos y condenando a la extinción a las especies animales.
Y también se reducirán los presupuestos para salud, educación y otros servicios sociales, haciendo recaer sobre la ya fatigosa doble jornada de trabajo de las mujeres, más tareas para la reproducción de la vida. Todo indica que la crisis ya tiene como consecuencia la caída de los recursos de la llamada “cooperación internacional”, lo que aumenta aún más la competencia entre las organizaciones sociales por ser las beneficiarias de su adjudicación. El supuesto camino “realista” para conseguir la igualdad, transitado de manera gradual y evolutiva, o, incluso, la consecución de metas mucho más modestas y prosaicas en la búsqueda de mejorías para las condiciones de vida de las mujeres, es lo que, finalmente, se devela como lo verdaderamente utópico en los estrechos y asfixiantes marcos de las democracias capitalistas del continente, más aun en el marco de la crisis.

Pero, contra esta corriente que promovió la institucionalización del movimiento feminista, también surgieron grupos y corrientes feministas que resistieron a esta tendencia general. Porque, mientras la mayoría del feminismo se inclinó por una perspectiva reformista, desarrollada en el marco institucional diseñado internacionalmente por la ONU; una minoría se alejó de la disputa por el poder del Estado, obligada a relegarse y auto-relegándose en la creación de “contravalores” opuestos a los imperantes.
Lo que era una sana reacción contra la institucionalización que había absorbido las aristas más revulsivas del movimiento feminista, se convertía prontamente en una traba para el establecimiento de grupos militantes, dispuestos a avanzar en la construcción de un movimiento de mujeres donde los reclamos avanzaran en el planteo de una transformación radical de la sociedad capitalista. La impotencia, la frustración, el sectarismo y la fatigosa fragmentación fueron las consecuencias inevitables para una generación del feminismo, como sucede con todo grupo reducido en los márgenes a contracorriente.
Eso obliga a un replanteo permanente de los aciertos y errores, a una búsqueda y profundización de perspectivas teóricas y praxis diversas.

De esas crisis han surgido y siguen surgiendo nuevas elaboraciones productivas, aportes reflexivos, nuevas alianzas; pero lamentablemente, se trata más de una sumatoria de individualidades desperdigadas por el continente y de sus fructíferos intercambios, que de un verdadero movimiento con ansias de masificación. Y no hace falta remontarse a la Revolución Francesa de 1789 o a la Revolución Rusa de 1917 para demostrar que frente a los grandes cataclismos sociales, políticos y económicos, las mujeres siguen siendo los destacamentos de vanguardia que enfrentan las crisis y las nefastas consecuencias que ellas entrañan para la vida cotidiana de las masas.
Ya hemos visto luchar a las mujeres del altiplano boliviano en la Guerra del Agua; a las mujeres oaxaqueñas tomar el poder de la comuna, organizando la resistencia desde los medios de comunicación bajo su control. Las mujeres desocupadas de Argentina cortaron las rutas mil veces reclamando trabajo genuino y las trabajadoras de la textil Brukman pusieron a producir la empresa bajo control obrero, resistiendo el desalojo y la represión, en plena crisis nacional del 2001. Hemos visto a las mujeres en resistencia de Honduras, durante meses, estar al frente de la lucha contra los golpistas y, en las colonias más pobres de Tegucigalpa, vimos a las mujeres organizando el territorio y a la comunidad para resistir la represión.
En esos nuevos ímpetus de millones de mujeres trabajadoras y de los sectores populares radican las fuerzas de las que dependerá el futuro del movimiento de mujeres de América Latina. Las feministas que sueñen aún con una sociedad liberada de toda forma de opresión, aquellas cuyas ansias de emancipación sigan intactas no pueden darle la espalda a estos sectores que emergieron a la vida política en los últimos años.

Proponerse la tarea de construir un movimiento de mujeres que se sostenga en la independencia política del Estado, de su régimen y sus instituciones; que se fortalezca en las luchas, arrancando todos los derechos que nos sean posibles y las mejores condiciones de existencia que pueda ofrecer este sistema de podredumbre y sometimiento, al tiempo en que socavamos sus cimientos, preparándonos para asestarle nuestro golpe definitivo y comenzar, entonces, la construcción de una sociedad liberada de todas las formas de explotación y opresión que hoy pesan sobre la inmensa mayoría de la humanidad, pero doblemente sobre la vida y los cuerpos de las mujeres.
Entonces... ¿Qué haremos frente a la crisis que nos amenaza? ¿Qué rumbos adoptará el feminismo ante las guerras, el desempleo masivo, la destrucción del planeta y la miseria que el capitalismo presentará para sobrevivirse a sí mismo? ¿Dónde está escrito que la lucha de las mujeres tiene que reducirse, como diría un filósofo posmoderno a “minimizar la crueldad”? ¿Vamos a plantearnos la perspectiva de una nueva sociedad, sin explotación ni opresión de ningún tipo o vamos a elegir el camino de las modificaciones de esta sociedad en la que vivimos, para atenuar, a lo sumo, algunos de sus más brutales abusos?

La disminución de los más brutales abusos, puede caer como migaja, para las mujeres, al pie de la mesa de esta democracia capitalista... pero esas migajas caen y caerán cada vez con menor frecuencia mientras arrecia una crisis descomunal. O serán derechos para unas pocas. O serán conquistas que duren algún tiempo, para luego ser barridas en las próximas embestidas de la clase dominante.
Por eso consideramos que sólo desde la perspectiva de atacar al corazón del capitalismo es que el reclamo incluso de los derechos democráticos más elementales encierra un potencial subversivo. Por eso, luchamos para arrancarle a este sistema todos los derechos de los que las mujeres hemos sido privadas a lo largo de la historia; pero lo hacemos desde la perspectiva del socialismo. Debemos recuperar esa estrategia ahora cuando el sistema capitalista, en esta nueva embestida contra las mayorías explotadas y oprimidas del planeta (mayorías feminizadas), no deja más lugar para la ilusión de la integración que podría soñar el feminismo institucional y reduce aún mucho más el círculo de quienes pueden vivir creativamente al margen de una sociedad que se hunde, cada vez más, en la barbarie.
Como ha sucedido otras veces en la historia, confiamos en que serán nuevamente las mujeres más explotadas y oprimidas de nuestro continente las que impulsarán el surgimiento de un nuevo feminismo socialista que aún espera ver la luz. Socialismo o barbarie, nos dijo Rosa Luxemburgo. Y hoy esa premisa adquiere una vigencia inusitada... especialmente para las mujeres, para las que no pedimos, sino que exigimos, nuestro derecho al pan, pero también a las rosas.









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