Editorial

El régimen, tramposo y autoritario contra las masas trabajadoras

25 Aug 2012   |   comentários

Las recientes elecciones federales demostraron que la democracia de la que nos hablan a diario es una farsa. El IFE y el TEPJF mostraron su carácter parcial, antidemocrático y de clase; los monopolios de la comunicación intervinieron tendenciosamente a favor del candidato del PRI; primaron los fondos provenientes del lavado (presumiblemente del narco) así como el sobregasto de EPN provisto por los multimillonarios empresarios beneficiados por los negocios con el PRI en el Edomex; o la de los votos comprados abusando de la miseria de las masas trabajadoras.

Al coro de los voceros del régimen se unen voces como las de José Woldenberg, que afirma que “Sólo de las urnas surge la legitimidad” (Reforma, 19-7-12), embelleciendo la “transición democrática” y justificando el triunfo del PRI. Pero “la transición democrática” y la “democratización” de las urnas son todo lo contrario a lo que quieren vendernos.

La “legitimidad” en esta democracia para ricos “surge” de los acuerdos de la clase dominante en contra los trabajadores; “surge” del control de los organismos partidizados (como el IFE y el TEPJF) por los grupos económicos representados por los partidos patronales. Como lo muestra el acuerdo de Calderón y el PAN con Peña Nieto para garantizar una transición pacífica y repartirse el poder sobre la base de un programa de derecha –manteniendo al PRD en su rol de “oposición” –, y mediante una reforma política que contempla la toma de protesta del nuevo presidente en un lugar que no sea necesariamente el Congreso de la Unión.

Esta imposición del priísta pese al gran descontento popular es necesaria para lo que aspiran PRI y PAN: inaugurar una nueva época negra en el país con planes anti-obreros y reformas a la ley laboral, en Pemex, Salud, Hacienda y en seguridad, lo cual profundizará la miseria, el trabajo esclavo, el autoritarismo y la venta del país al capital extranjero.

 

El regreso del irreformable PRI y el régimen de la transición

 

Al regresar el PRI al poder, volverán el autoritarismo y la antidemocracia, aunque con formas ligeramente acotadas por el régimen de la alternancia, cuyas instituciones son imposibles de reformarse y acabar con los viejos vicios del priato que gobernó en el siglo 20.

El PRI, buscará entronizarse al frente del estado ejerciendo el control, ya sea mediante acuerdos con las demás fuerzas políticas del Congreso (pues no cuenta con la mayoría absoluta) o apoyándose en el autoritarismo y la continuidad de la militarización y paramilitarización del país, para lo cual tiene al represor colombiano Oscar Naranjo para coordinar esta política coercitiva y comenzar el proceso de paramilitarización de las policías a nivel nacional.

Al no desempeñar ya el PRI un rol opositor, es evidente que un bloque abiertamente conservador en el Congreso (con acuerdos coyunturales con la derecha del PRD), intentará hacer pasar las medidas antipopulares.

Este recambio es el mecanismo con el cual la clase dominante se reparte el poder y busca desviar el descontento, cuando un partido patronal –como el PAN– causar hartazgo en la población. No es el arribo a la democracia ni la solución a los grandes problemas planteados por la clase trabajadora. Lo comprueba el que viejos dirigentes priístas neoliberales (Beltrones-Gamboa Patrón) queden al frente de sus bancadas en el Congreso.

 

Todo se decide en “las alturas”, en los entramados de las Cortes y los organismos electorales, en las consultas con los grupos empresariales y con el gobierno de EE.UU., donde pesa el dinero aportado por algunos grupos del narco. Es la dictadura del capital sobre los explotados y oprimidos.

El PRI no es el único factor anti democrático, es el sistema de conjunto el que avasalla y no permite expresar las aspiraciones del pueblo. Solamente los partidos que expresan los intereses de los capitalistas tienen cabida en el Congreso; no hay Partido de Trabajadores (no solamente de nombre, sino de contenido social y político) que pueda defender las demandas obreras y populares.

Prevalece la “democracia” de los monopolios, de la Iglesia; la de los intereses que impone la quiebra de Mexicana de Aviación; la de los impunes empresarios que provocan muertes mineras; la que desde el poder ignora los reclamos del Movimiento Paz y Justicia con Dignidad; la que invalida la –de por sí insuficiente– Ley General de Víctimas de la guerra oficial contra el narco; la que prepara una reforma educativa que multiplicará los miles de “rechazados” en universidades y normales. En fin, esa “democracia” que, bajo otras formas, sigue burlando las aspiraciones populares.

Y la “transición democrática”, tampoco facilita el terreno de la lucha por los objetivos socialistas, como opinan algunos grupos la izquierda radical. Otros, desde la izquierda reformista (como el Partido Revolucionario de los Trabajadores y el PT) tienen como estrategia la conquista de la democracia por la vía parlamentaria.

Pero el actual régimen garantiza a los patrones y al imperialismo el control de la vida política nacional. La recuperación del poder por el PRI tiende a reforzar este poder.

Para evitar el avance de la derechización del régimen y las medidas contra el pueblo trabajador y la juventud, la clase obrera debe aspirar a la conquista del poder político. Es decir, a expropiarle a la clase dominante la conducción política del país y a imponer un gobierno de los trabajadores, junto a los campesinos y el conjunto del pueblo pobre.

 

El creciente descontento popular: la piedra en el zapato de EPN

 

Lejos de una situación fácil, la clase política vislumbra un panorama conflictivo en los próximos meses, sobre todo ante la eventual validación del triunfo priísta. La urgencia del PRI por adelantar la calificación de las elecciones es para contar con el poder legitimado antes de que la movilización siga creciendo, y aplicar las leyes con la fuerza –legaldel estado. Mientras tanto, intentará cooptar al sector del PRD proclive a los acuerdos con el PAN y el PRI, y proponer algunas leyes que interesen a la coalición opositora encabezada por Andrés Manuel López Obrador.

Pero la dinámica de las movilizaciones donde destaca el movimiento #YoSoy132, apunta a generar mayor polarización, y los problemas de las masas populares entran en mayor contradicción con el sistema político.

El surgimiento de la Convención Nacional contra la Imposición –que viene a reforzar la lucha iniciada por el #YoSoy132 muestra que la movilización contra EPN y el PRI tiende a adquirir un carácter popular y extenderse nacionalmente. Y que las demandas ya exceden los reclamos iniciados en la Ibero el 11 de mayo.

La crisis nacional puede catapultarse con el intento de imponer las anunciadas “reformas estructurales”. Hoy más que nunca la “agenda” de los sectores descontentos debe evitar limitarse únicamente al rechazo a la imposición tramposa de Peña Nieto por el IFE y el TFEPJ.

Por eso, además del justo reclamo de la anulación de las elecciones, está el riesgo de una oscura noche de miseria y autoritarismo impuesto por la clase dominante para atacar las conquistas y los derechos de la clase trabajadora. Por eso opinamos que no es en el Congreso ni confiando en la labor de la justicia electoral donde deben darse las batallas para frenar este ataque contra las libertades democráticas y las conquistas obreras y populares.

La democracia a la que aspiran las masas trabajadoras y la juventud choca necesariamente con la trampa de alternancia. Por eso, será solo a partir de poner en juego nuestras propias fuerzas, dándonos una política y un programa propio que atienda a nuestras demandas y desconfíe de las promesas de los políticos patronales y sus leyes y llame a derribar sus instituciones, como el IFE.

Los trabajadores y la juventud necesitamos movilizarnos en las calles de manera independiente, contra la política económica laboral, social, y de seguridad de los que deben poner a Peña Nieto. Hay que poner en pie una gran lucha cuyo objetivo de fondo sea que los trabajadores y el pueblo del campo y la ciudad decidamos nuestro propio destino.

Como decía Marx: “Sólo cuando el hombre ha reconocido y organizado sus “fuerzas propias” como fuerzas sociales y cuando por lo tanto, no se para más de sí la fuerza social bajo la fuerza política, sólo entonces se lleva a cabo la emancipación humana”.









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