Abrir el debate...

Avanzar en la construcción de una organización revolucionaria en México

05 Jul 2008   |   comentários

El presente texto lo presentamos desde la LTS-CC para iniciar un debate con los compañeros y compañeras independientes que comparten con nuestra organización la actividad común en distintos sectores del movimiento obrero, juvenil y la universidad; con la finalidad de que sea un aporte para una discusión fraternal ante la necesidad de construir una organización socialista e internacionalista, que represente un salto en la tarea crucial y necesaria de formar un gran partido revolucionario de la clase trabajadora . Asimismo, llamamos a participar de este debate a todos aquellos compañeras/os trabajadores, estudiantes y de otros sectores populares, que consideren necesario construir una alternativa política de estas características para los trabajadores en México.

Una situación prerrevolucionaria

En los primeros meses del año en curso nuestro país ha estado cruzado por los efectos de la crisis financiera internacional, grandes tensiones políticas en el régimen de la alternancia, y nuevas acciones del movimiento obrero y popular.

Durante los últimos dos años , la lucha de clases en nuestro país ha dejado importantes lecciones para los trabajadores y la juventud, las cuales debemos extraer con el fin de preparar los nuevos combates y poner en pie la organización revolucionaria que se necesita para asegurar los triunfos del mañana. Este texto, como ya mencionamos anteriormente, tiene por objetivo abrir una discusión con los trabajadores, jóvenes y estudiantes que han participado de estas luchas, así como con los compañeros con los que compartimos una actividad común en la universidad y en distintos centros de trabajo y colonias, aportando de esta forma, al debate fraternal que debe darse entre las organizaciones que se reclaman socialistas, todo orientado a clarificar cómo poner de pie un partido de trabajadores revolucionario, socialista e internacionalista.

Sin duda, la principal expresión de la lucha de clases en nuestro país -en los últimos meses- fue el movimiento contra la privatización de PEMEX que, encabezado por López Obrador y la Convención Nacional Democrática, realizó masivos mítines, movilizaciones y distintas acciones de lucha –como el cerco al Congreso-, y que expresó la existencia de una oposición de masas a los planes de Calderón, el PRI y el PAN. Este movimiento, popular y “pluriclasista”, en tanto que es limitado por el hecho de que la clase trabajadora no lo integra ni lo encabeza con sus organizaciones (aunque son cientos de miles los trabajadores que participan a título individual), es continuidad de la lucha contra el fraude del 2006 y el mismo movimiento contra el desafuero del 2005, dando cuenta de la profunda ilegitimidad del gobierno de Calderón y de la desilusión existente con este antidemocrático régimen de la alternancia; al mismo tiempo, va más allá de ser solamente un movimiento democrático progresivo (como fueron las movilizaciones del 2005 y 2006), ya que un nuevo carácter al en los hechos los aspectos más reaccionarios de la ofensiva imperialista sobre el país, la cual tiene su punta de lanza en la privatización del sector energético.

Combinado con esto, se desarrolla un proceso que, aunque con menor impacto en los medios de comunicación, expresa una tendencia persistente en sectores de la clase trabajadora a adoptar un rol más decidido en la lucha de clases.

Prueba de ello es que durante el 2006, 2007 y lo que va del presente año, importantes luchas de los trabajadores recorrieron el país; desde la rebelión obrera en Sicartsa, pasando por la heroica “Comuna de Oaxaca”, hasta llegar a las grandes movilizaciones que recorrieron el DF y distintas ciudades del país contra la reaccionaria ley del ISSSTE. Recientemente vimos las movilizaciones de trabajadores junto a indígenas, campesinos, pequeños y medianos productores contra el TLC; la gran huelga del SITUAM de 64 días; y la importante participación del SME y otros sindicatos en la movilización del 1 de mayo, así como la caravana y los paros de los trabajadores mineros. En los últimos meses, la lucha del magisterio, con epicentro en Oaxaca -pero que se extendió a otros estados- ha sido el punto más alto de la movilización.

Estas acciones demuestran que existe un nuevo y profundo proceso de recomposición de las fuerzas de la clase trabajadora, que comienza a retomar sus métodos de lucha, lo anterior trae como consecuencia que aparezcan incipientemente sectores de vanguardia que comienzan a cuestionar a sus direcciones burocráticas, como se ve en la lucha magisterial y de los trabajadores de Vidriera Potosí contra la patronal y los charros de la CROC.

Mientras tanto, una profunda crisis se desarrolla en “las alturas”, esto es, en las instituciones del régimen político. La negativa de Lopez Obrador a reconocer a Calderón, y su ubicación como oposición al Ejecutivo y la alianza PRI-PAN, es un factor de gran inestabilidad política, cuya máxima expresión fue la ocupación de la tribuna parlamentaria y la convocatoria al movimiento contra la privatización de PEMEX, y más recientemente las expectativas populares con la consulta convocada por el PRD y AMLO. Estamos ante una crisis del régimen de la alternancia, expresada en las disputas al interior de los partidos políticos del Congreso, así como también en la existencia de un gran descontento popular y una desilusión de amplios sectores de los explotados y oprimidos con las instituciones del régimen. Desde el punto de vista de los socialistas revolucionarios, esta combinación de elementos de polarización es importante no sólo en términos del análisis de la situación, sino que abre brechas importantes , en las cuales puede intervenir el movimiento obrero y sus aliados del campo y la ciudad.

La crisis financiera internacional – que tiene su epicentro en Estados Unidos- no sólo pondrá límites al crecimiento económico sino que puede generar nuevas convulsiones, particularmente agudas en México, cuyo destino esta atado al de la economía norteamericana. Por otra parte, el desarrollo de la crisis alimentaria a nivel internacional está impactando en México, profundizando las tendencias inflacionarias que golpean duramente sobre el bolsillo de los trabajadores. Aunque no se puede prever cual será la reacción del movimiento obrero y popular ante este ataque sobre sus condiciones de vida, la misma profundizará la inestabilidad política y la pérdida de legitimidad de las instituciones responsables de la aplicación de los planes hambreadores.

Todo lo anterior configura una situación de carácter prerrevolucionario. Más allá de sus ritmos inmediatos, la perspectiva apunta a que los duros efectos de la crisis económica, aunado al desgaste del régimen político, pueden alentar un ascenso generalizado de los trabajadores y el pueblo, y abrir una dinámica de un mayor conflicto entre explotadores y explotados. En ese camino, se vuelve insuficiente limitarse a participar y alentar la movilización; es necesario impulsar un programa y una estrategia acorde a los tiempos que se avecinan, y una organización política que luche por ese programa. Al servicio de esa discusión, es que presentamos algunas de las que consideramos las lecciones claves sobre las que debe fundamentarse una alternativa socialista revolucionaria.

La clase obrera y su rol en la lucha contra el régimen burgués y los planes del imperialismo

El protagonismo de sectores de la clase obrera (no sólo de los servicios y estatales, como en Oaxaca, sino también en el sector industrial, como mostró Sicartsa y Cananea) viene echando por tierra los argumentos de quienes negaban que los trabajadores fueran actor fundamental en la lucha de clases. Y es que la clase obrera es quien puede -por su ubicación en la estructura social capitalista-, paralizar la producción y circulación de mercancías, los servicios y las comunicaciones; su acción es decisiva ya que es quien puede atacar el centro político del poder capitalista; e impulsar un programa que permita liberarse a sí misma y al mismo tiempo liberar a las demás clases oprimidas, actuando como sujeto político dirigente de la revolución.

Las huelgas de los mineros o el paro del magisterio oaxaqueño –por citar solo un par de ejemplos- fueron primeras muestras de que los trabajadores son quienes pueden hacer sentir todo su peso en la lucha contra el capitalismo. Si esta potencialidad no se expresó en la acción generalizada de los trabajadores de la industria y los servicios, es porque se vio frenada por el rol de las direcciones sindicales que contuvieron y frenaron que se hiciera real la huelga nacional que esperaban muchos trabajadores.

Ese es el camino que hay que impulsar si lo que queremos es derrotar los planes de hambre y miseria impulsados por Calderón y por las instituciones al servicio de la patronal. Son las perspectivas que abre la acción de la clase obrera las que hay que desarrollar, impulsando la movilización generalizada del conjunto de los trabajadores, sumando a la misma, a los millones de obreros industriales controlados por los sindicatos del CT-CTM, profundizando la lucha con el método de la huelga general y avanzando en la independencia política respecto al Estado y respecto a todos los partidos patronales del Congreso, a la vez que estableciendo la alianza con los millones de campesinos, indígenas y sectores medios populares que se movilizan contra la entrega.

Y es que la alianza obrera y campesina, tras un programa claramente anti-imperialista, es imprescindible para enfrentar el TLCAN al servicio de las transnacionales y las empresas agropecuarias (extranjeras y “nacionales”), que basan sus ganancias en la expoliación de los recursos naturales, así como en el empobrecimiento y opresión de los pequeños productores, y –fundamentalmente- en la miseria y explotación de los millones de jornaleros, campesinos e indígenas pobres que son obligados en los hechos a vender su fuerza de trabajo.

La incipiente recomposición de la clase trabajadora y el rol de las direcciones sindicales motivaron nuevas discusiones en la izquierda. Si antes primaban los argumentos que sostenían que la clase trabajadora dejaba su lugar a otros sectores no proletarios –como los campesinos-, ahora se plantea la idea de que no hay que participar en las movilizaciones promovidas por las direcciones sindicales debido a que éstas son reformistas y/o perredistas . En algunos casos, estas posturas se articulan con una estrategia guerrillera y sustitucionista del rol del movimiento obrero, la cual, a pesar de utilizar métodos radicales, sostiene un programa reformista. En el caso del EZLN, después de años de confianza en que las reivindicaciones mas sentidas de los pueblos originarios serían resueltas en las cámaras, su correcta ruptura con el PRD estuvo acompañada de un posicionamiento que sostenía que nada rescatable existía en los “viejos” sindicatos, política que hoy es encarnada por “La Otra Campaña” que, en los hechos, se niega a pelear contra las direcciones charras para influenciar a sectores amplios de trabajadores con una política alternativa.

Estas posturas llevan a considerar que debemos darles la espalda a las organizaciones existentes, en lugar de luchar para que los trabajadores hagan su experiencia con las viejas direcciones, lo cual requiere mostrar la inconsecuencia de éstas en la movilización y la lucha contra los planes (lo cual supone en determinados momentos exigirles que hagan realidad sus discursos a favor de la movilización), confrontando sus discursos “combativos” con la realidad de sus acciones, y preparando así el terreno para recuperar los sindicatos de manos de la burocracia sindical.

Afortunadamente para los trabajadores (aunque vaya en contra de la voluntad de estos grupos y corrientes “ultra revolucionarias”), decenas de miles de trabajadores mineros, electricistas, telefonistas, de la educación y la salud tomaron las calles en los últimos años, obligando a sus dirigentes sindicales a que convoquen a nuevas acciones de protesta. Lo que hay que plantear en este momento, es impulsar una política para que los trabajadores le impongan a sus direcciones la realización de un verdadero plan de lucha y la huelga nacional, y evitar que lo frenen.

Esta perspectiva que planteamos, apunta a profundizar una característica expresada en varias de las luchas mencionadas: sectores de trabajadores que desconfían de sus dirigentes tradicionales, y que pueden ser la base del surgimiento de una dirección alternativa del movimiento obrero. Como las luchas en la CNTE o en San Luis Potosí. O como el caso de los trabajadores de la UNAM, que durante el 2007 resolvieron y organizaron paros en contra de la dirección de Agustín Rodríguez; y donde muchos compañeros –como los que se nuclean en la corriente “2 de mayo”- piensan correctamente que hay que luchar por recuperar el STUNAM como herramienta de lucha, construyendo una corriente democrática y clasista, yendo a disputarle las bases trabajadoras a la Corriente Roja y a los falsos opositores de la Oposición Unida. Lamentablemente, al contrario de esto, en la izquierda se ha expresado también una tendencia oportunista de adaptarse a los organismos “amplios” burocráticos, donde las resoluciones están elaboradas de antemano por los sindicatos y dirigentes de más peso.

Por lo anterior , los socialistas proponemos un programa alternativo al que sostienen las direcciones sindicales burocráticas, para que en torno al mismo se organice un ala verdaderamente combativa, clasista y democrática, bajo una perspectiva de independencia de clase y de lucha intransigente contra la burocracia y sus traiciones. Esto implica pelear para recuperar los sindicatos burocratizados como organizaciones para la lucha (lo que supone incorporar a los mismos a los millones de trabajadores precarizados y sin derechos sindicales), apostando a la organización democrática y desde las bases de los trabajadores, y a independizar a las organizaciones obreras de la tutela tanto del estado como de la confianza en las instituciones y los partidos patronales como el PRI, el PAN o el PRD.

Hoy una perspectiva clasista e independiente para el movimiento obrero, supone propiciar que las organizaciones obreras se hagan parte y encabecen la lucha contra la entrega del petróleo y los recursos naturales al imperialismo y sus trasnacionales, evitando quedar diluida en los frentes pluriclasistas como la CND y subordinada a las direcciones burguesas de los mismos, lo cual supone convocar a los trabajadores a que le exijan a sus direcciones la convocatoria a una gran huelga nacional. Y, al mismo tiempo, impulsar un programa centrado en la lucha por la expropiación sin pago y bajo control obrero de la industria energética, el cual es claramente distinto al que propugnan tanto López Obrador como las direcciones sindicales “opositoras”. De esta forma, los trabajadores podrían comenzar a entrar en la lucha, y al mismo tiempo que impulsen la conformación de un bloque combativo que agrupe a los sectores más avanzados del movimiento obrero, comenzando a sentar las bases de una alternativa obrera independiente a las direcciones charras. En esta perspectiva, los revolucionarios buscaremos agrupar a los trabajadores más concientes y avanzados bajo las banderas de una estrategia socialista y revolucionaria contra el sistema capitalista de opresión, explotación y miseria.

Democratización del régimen burgués o movilización revolucionaria para derribarlo

Ante las luchas obreras, populares y democráticas se muestran distintas estrategias políticas. En principio, son muchos los trabajadores y sectores populares que tienen expectativas en López Obrador y en la Convención Nacional Democrática. La realidad es que, a pesar del discurso de AMLO de “al diablo con las instituciones”, su estrategia política ha sido siempre la presión sobre las mismas y el gobierno. Independientemente de su negativa a reconocer a Calderón y de las disputas que AMLO mantiene con los sectores más conciliadores al interior del PRD, no existe una diferencia sustancial en la política que sostienen las distintas fuerzas del FAP. Ni el PRD ni la dirección de la CND, luchan contra las instituciones del régimen, cuya antidemocracia es el ingrediente necesario para la aplicación de los planes, sino que buscan “democratizarlas” desde adentro. Esto es congruente con el rol asumido por el sol azteca como administrador de los negocios capitalistas en el DF, en varios estados y municipios, y es consecuencia de su carácter burgués.

En ese sentido, más allá de sus matices, la búsqueda de la “democratización del régimen” (que es el discurso tanto de AMLO como del PRD) no sólo no pretende enfrentar hasta el final al gobierno panista y las instituciones; no sólo no puede frenar los intentos de privatización de PEMEX y el resto de las demandas por las que afirman luchar las organizaciones de la CND, sino que representa una verdadera trampa para los trabajadores, y como tal debe ser confrontada por los socialistas revolucionarios.

Nosotros consideramos que ni siquiera los sectores más “nacionalistas” de la burguesía (como fue, por ejemplo, Lázaro Cárdenas) pueden resolver, de forma íntegra y efectiva, las demandas democráticas y de independencia nacional del país, debido a su carácter de clase y a su incapacidad para romper con el imperialismo y las clases dominantes. Estas demandas sólo podrán ser resueltas por los trabajadores, encabezando la movilización del conjunto de los explotados y oprimidos del campo y la ciudad, y desarrollando una alianza obrera y campesina tras un programa que enfrente al régimen político y ataque frontalmente la propiedad de los capitalistas y los terratenientes.

Esta incapacidad de la burguesía “nacional” de enfrentar la dominación imperialista y a las instituciones que la garantizan, es un principio fundamental para los socialistas revolucionarios; perderlo de vista abre las puertas para ir detrás de una política “radical” burguesa o pequeño burguesa. Esto está en la base del accionar de muchos que, desde la izquierda, confunden la necesaria participación en las movilizaciones convocadas por esta dirección “antineoliberal” burguesa, con el callar toda critica a la misma y omitir una política alternativa, lo cual es acompañado de embellecer la política y el discurso de AMLO y el PRD, considerándolos “casi revolucionarias”. Estas organizaciones dejan de lado una cuestión clave: que sin la acción decidida de la clase obrera y sin una política obrera independiente, la lucha contra el ataque a conquistas como la industria nacionalizada, no podrá triunfar, y estará a la merced de componendas y acuerdos entre las distintas fracciones del régimen que buscarán contener el desarrollo y la radicalización de las movilizaciones.

Lamentablemente, la mayoría de las organizaciones que se reclaman socialistas caen en este error, cuya expresión mas extrema son el Militante y el PRT. Recientemente, esto los ha llevado a omitir todo señalamiento al manejo verticalista del movimiento por parte de la dirección cenedista y AMLO, y a apoyar acríticamente las propuestas políticas del PRD, como es el llamado a una consulta popular, sembrando confianza en que mediante la misma se podrá lograr la demanda popular de frenar la privatización. Esto es un abandono de lo que es un ABC de la política marxista: que los trabajadores deben intervenir con una política propia e independiente en los grandes problemas nacionales, alternativa a la que sostengan los sectores antineoliberales de la burguesía y que llame a no confiar en los mecanismos “democratizadores” que solo pueden adormecer la acción obrera y popular.

En la LTS, al mismo tiempo que defendemos el derecho elemental de las masas populares a expresar su descontento mediante la participación en mecanismos como la consulta, consideramos que es incorrecto depositar expectativas en que mediante la misma se logrará frenar al gobierno; por eso es que pensamos que la política de los socialistas debe orientarse a proponer una verdadera huelga nacional y un programa obrero para la industria energética, todo lo cual debe impulsarse formulando propuestas para dialogar con los millones que confían en AMLO, pero desarrollando una política alternativa e independiente a la que presenta el PRD. Ante el hecho de que millones de trabajadores concurrirán a la consulta, desde la LTS realizamos una propuesta unitaria a distintas organizaciones sindicales y de izquierda, para que hagamos un llamado común a los sindicatos como el SME, la CNTE y otras organizaciones que se dicen democráticas y combativas, a que convoquen a los trabajadores (así como a los jóvenes, los campesinos y otros sectores populares) a expresar su descontento votando por “no a la entrega de PEMEX; por una huelga nacional de la industria y los servicios; por el control obrero en PEMEX”.

Es una enseñanza fundamental que para desarrollar las tendencias a un ascenso de la lucha obrera y popular, es crucial que la clase obrera asuma una perspectiva independiente de los partidos de la burguesía y, también lo es la necesidad de poner en pie nuevas organizaciones y organismos para la lucha.

La necesidad de la lucha por el poder obrero

La lucha de Oaxaca mostró –con la conformación de la APPO- una nueva dinámica a poner en pie un organismo que agrupe al conjunto de las masas en lucha. Si bien la APPO nunca paso de ser un frente único de tendencias políticas (es decir que no fue generalizado que todas sus organizaciones realizaran la votación de sus delegados desde las bases), mostraba una tendencia a convertirse en un organismo de democracia directa, cuestión que posiblemente se hubiera dado si se hubiera superado a los dirigentes reformistas y particularmente si la represión no hubiera propinado una derrota al movimiento.

La lucha de los explotados durante el siglo XX enseña que, cuando la clase obrera y sus aliados se orientan hacia una lucha política contra el estado y las instituciones de la clase dominante, tienden a hacer surgir organismos de autodeterminación de masas; ese es el caso no sólo de la revolución rusa de 1917, sino también de los ascensos obreros y populares como en Bolivia de 1952, durante los años 60 y 70 (como el Mayo Francés, el proceso revolucionario en Argentina y Chile, las luchas contra el estalinismo en Hungría, Polonia o Checoslovaquia). Y también comenzó a desplegarse dicha tendencia en algunas recientes luchas en América Latina (como en la guerra del agua de Bolivia). También se ha expresado esta tendencia en las luchas de sectores no proletarios, como en el movimiento estudiantil mexicano en 1968 y 1999.

Cuando surgen, esas nuevas formas de organización permiten la discusión amplia y democrática de los sectores en lucha, basándose para ello en delegados rotativos y revocables con mandato, y son una herramienta para la lucha que pueden combinarse y articularse con las organizaciones tradicionales del movimiento obrero, como los sindicatos. Para los marxistas, estos organismos de autodeterminación de las masas en lucha, de desarrollarse y extenderse al conjunto del movimiento obrero, cuestionan el poder establecido, y son un embrión de poder alternativo (o doble poder) al estado burgués. Pero esta situación no puede prolongarse en el tiempo: en la dinámica de un proceso revolucionario, este poder emergente de los trabajadores avanza a derrotar el poder de los capitalistas a nivel nacional y aniquilar el viejo Estado, o el poder de los capitalistas se recompone y somete el ascenso de los explotados y oprimidos y sus organizaciones. En ese sentido, estos organismos no sólo son organizaciones para la lucha, sino que son la base de un nuevo poder de los trabajadores y sus aliados del campo y la ciudad.

En el caso de lucha de Oaxaca, el poder territorial que tendió a establecer la “Comuna”, fue la experiencia más avanzada en nuestro país, que planteaba la posibilidad de luchar por un gobierno provisional de las organizaciones obreras, campesinas y populares, que abriera el camino para un poder de los obreros y campesinos en la entidad sobre la base de la destrucción del estado y el régimen capitalista, lo que hubiera sido una palanca y punto de apoyo para una lucha nacional. Sin embargo, organizaciones como el FPR -que jugaron un rol de dirección al interior de la APPO- se negaron a dar esta pelea (bajo una utilización oportunista del frente único que los llevó a acuerdos electorales con el PRD obteniendo diputados bajo el registro de ese partido patronal), y por el contrario sembraron ilusiones en la “democratización” del régimen de los capitalistas.

Como planteamos arriba, la perspectiva estratégica de los socialistas revolucionarios no es la humanización del capitalismo, sino la lucha por la destrucción del estado capitalista y la construcción de un estado de nuevo tipo, basado en la expropiación de los expropiadores y en la planificación democrática, a través de los organismos de autodeterminación de las masas, del conjunto de las decisiones económicas, sociales y políticas. Este nuevo estado –que los marxistas denominamos como dictadura del proletariado- es infinitamente más democrático que la actual democracia burguesa degradada, y permitiría resolver las aspiraciones más apremiantes de las masas del campo y la ciudad, como el derecho a la autodeterminación de los pueblos indígenas, la reforma agraria radical, una verdadera independencia y soberanía la cual solo puede hacerse íntegra y efectiva mediante la ruptura con el imperialismo, así como avanzar en medidas socialistas como la expropiación y socialización de los medios de producción, el control del comercio exterior y la banca, entre otras medidas claves. La lucha por esta Republica obrera está indisolublemente vinculada a la lucha por la extensión de la revolución a nivel internacional, y en primer lugar, al conjunto de América Latina y hacia los Estados Unidos, donde un triunfo revolucionario del poderoso proletariado norteamericano, supondría un aliento inusitado para el desarrollo de la revolución socialista a escala internacional .

En las paginas previas desarrollamos lo que creemos son las claves de un programa revolucionario; pero no basta con un programa nacional correcto, es necesaria una estrategia ante los acontecimientos que recorren América Latina y el mundo, impulsando una perspectiva independiente para los trabajadores frente a las direcciones reformistas y nacionalistas burguesas, para enfrentar y derrotar al capitalismo y sus gobiernos. En ese sentido, los socialistas consideramos que los trabajadores deben organizarse con independencia de clase respecto a direcciones como Evo Morales, Chavez o los distintos gobiernos posneoliberales en América Latina. Al mismo tiempo que hemos planteado el frente único ante ataques concretos de la derecha proimperialista (como frente al intento de golpe de estado del 2002 en Venezuela) nuestra orientación estratégica está determinada por el hecho de que–aunque mantengan cierto grado de oposición a determinadas políticas imperialistas- no son partidarios de que una perspectiva revolucionaria y por ende son incapaces de resolver las demandas de las masas obreras, campesinas y populares, las cuales requieren, para ser concretadas, de enfrentar radicalmente la dominación imperialista, atacar la dominación de los terratenientes y capitalistas, y avanzar en la toma del poder para los trabajadores y el pueblo.

Para luchar por esta perspectiva política y por esta estrategia socialista, es necesaria una organización revolucionaria de los trabajadores, cuestión que desarrollamos a continuación.

Hay que construir una organización socialista e internacionalista de la clase trabajadora

Desde la LTS-CC pensamos que estas son lecciones estratégicas fundamentales y que es necesario forjar una organización revolucionaria que luche por esta perspectiva. Nosotros llevamos adelante esta labor como parte de la lucha por una dirección internacional revolucionaria, tarea que impulsamos desde la corriente a la que pertenecemos, la Fracción Trotskista Cuarta Internacional, que en distintos países de América Latina y en Europa participa con una estrategia y un programa revolucionario de la lucha de clases.

Lamentablemente, las últimas décadas arrojaron un saldo negativo en lo que respecta a los intentos de constituir organizaciones socialistas revolucionarias en México. El Partido Revolucionario de los Trabajadores, que llegó a tener más de 1000 militantes a fines de los años 70 y 80, es hoy un sombra de lo que fue. Suerte similar corrió el POS, que –sin llegar a la influencia del PRT- agrupó a un número importante de trabajadores y jóvenes durante los años 80. Las direcciones de estas organizaciones no han hecho balance alguno de estos fracasos, lo cual agrava el panorama.

La explicación de esto debemos buscarla en su adaptación a direcciones no proletarias e incluso burguesas, a las cuales se les buscaba y encontraba rasgos revolucionarios (como al EZLN) o se las consideraba como aliados en la lucha por la revolución (como el PRD). Esta lógica llevó a que sectores del PRT (liderado por Adolfo Gilly) ingresaran al PRD, en tanto que otros lo hicieron al FZLN (como Sergio Rodríguez Lascano ), abandonando así toda perspectiva organizativa independiente respecto del reformismo y el progresismo burgués. En el caso de Militante, éste nació vinculado orgánicamente al PRD, considerando al mismo como una potencial alternativa socialista, lo que equivale a abandonar, de hecho y de derecho, la lucha por una organización revolucionaria. Sin llegar a esa liquidación organizativa, lo que quedó del PRT se adaptó políticamente al PRD, encandilados por la “revolución democrática” que el sol azteca se proponía encabezar, tanto, que varios de sus dirigentes terminaron siendo funcionarios de ese partido, parlamentarios y con cargos en el GDF. Por lo que, lejos de pelear por construir una alternativa de agrupamiento de la izquierda independiente, en el 2005 se abocó a la conformación de un “Frente Socialista” con ex maoístas al servicio de la política electoral de AMLO-PRD.

Otras organizaciones, como el POS, por ejemplo, después de que en los 80 se diluyó en el llamado Partido de los Trabajadores Zapatistas junto a una caudillo barrialista que estaba muy lejos de las ideas socialistas, finalmente encontró virtudes revolucionarias en Marcos y el EZLN, suscribiendo –junto a LUS y otros grupos- la IV Declaración, que es un documento estratégico de esta dirección guerrillerista, y terminó subordinado, en la “otra obrera”, a su política sectaria frente a los sindicatos, abandonando toda pelea contra la misma, como la que dimos desde la LTS en el I Encuentro Obrero.

En los años previos, esta persistente actitud llevó a que tanto el PRT, el POS y otros grupos que se reclamaban del trotskismo, carecieran de una clara delimitación estratégica ante el reformismo y la burguesía “democrática”, y que tendieran a disminuir sus fuerzas, sea por el éxodo de militantes al PRD o al EZLN, o bien por la desmoralización y la confusión de cientos de compañeros que no eran capaces de responder a la emergencia de esas nuevas mediaciones políticas a las que se les atribuía virtudes revolucionarias. Bajo esa perspectiva, y a pesar de que sus militantes se consideraban honestamente revolucionarios, la política de estas organizaciones no supo enfrentar las trampas de la propia burguesía, como fue, por ejemplo, el caso de la transición pactada y el triunfo de Fox, que grupos como el POS definieron como “el triunfo de la revolución democrática”.

En la actualidad, el peligro que tiene la izquierda que se reclama socialista es un nuevo capitulo de adaptación al lopezobradorismo y a la CND, lo cual podría expresarse en verlos como proyectos de una “nueva izquierda” y como la base del surgimiento de un nuevo "partido anticapitalista". Esto llevaría a los socialistas a una organización común con sectores del PRD. Esta perspectiva, hacia la que tienden organizaciones como Militante, el PRT y otros grupos, es la expresión “nacional” de lo que en América Latina se expresa como “partidos amplios” que promueven la “unidad entre reformistas y revolucionarios” o “frentes antineoliberales” permanentes donde prima el programa de partidos que defienden a los patrones y las trasnacionales. En Europa, partidos anticapitalistas como la LCR francesa (organización hermana al PRT) esta impulsando esta perspectiva, y bajo esa dinámica renunció a aspectos cruciales del programa revolucionario, como es la lucha por la dictadura del proletariado.

En ese sentido, estamos convencidos de que hay que poner en pie una organización revolucionaria que haga síntesis de las lecciones de los años previos y que esté basada en el convencimiento profundo de que el futuro ascenso revolucionario de los obreros y campesinos de este país requerirá un partido que actúe de forma intransigente frente a la estrategia de los reformistas, y que postule un claro programa para resolver las demandas y aspiraciones de los millones de explotados y oprimidos, retomando y culminando la lucha de Emiliano Zapata, lo cual implica luchar por la segunda revolución, obrera y socialista.

En la LTS estamos lejos de auto denominarnos “el partido revolucionario”, no porque no estemos convencidos de nuestro programa y estrategia; sino porque la constitución de dicho partido, a nivel nacional e internacional, implica que el marxismo logre fusionarse, tras las banderas de la revolución socialista, con miles de obreros que avancen hacia la revolución, cuestión de la cual están lejos cualquiera de las reducidas organizaciones que se reclaman trotskistas. Esto, lejos de ser un proceso de crecimiento evolutivo de las organizaciones hoy existentes, implica rupturas, fusiones y experiencias de todo tipo. Esa es la historia de las organizaciones revolucionarias durante el siglo XX; desde el Partido Bolchevique (que en agosto de 1917 integró a la organización ínter distritos liderada por Trotsky, e implico en los hechos una fusión y confluencia del leninismo y el pensamiento revolucionario de Trotsky), hasta las múltiples experiencias implementadas por la oposición de izquierda internacional durante los años ´30.

Este método está lejos de perseguir una unidad de los socialistas pasando por alto las profundas diferencias existentes (unidad que por otra parte, y como muestra experiencias del pasado, estallan a la menor prueba de la lucha de clases), sino de contrastar, ante la vanguardia y la propia militancia de nuestras organizaciones, las distintas políticas y estrategias y los acuerdos y diferencias existentes ante las principales lecciones de la lucha de clases.

Bajo la consideración de que la lucha de clases requiere del debate de estrategias entre quienes nos reclamamos socialistas, y que el mismo será un aporte a la tarea de construir una organización revolucionaria, es que desde la LTS hemos propuesto en múltiples ocasiones a las distintas organizaciones (como el POS, el PRT, LUS, GAR, etc.) discutir públicamente en torno a los acontecimientos álgidos de la lucha de clases y el programa que los mismos requieren. Esto lo reiteramos ante los importantes procesos que recorren a los trabajadores y a la situación nacional e internacional.

Desde la LTS compartimos, con compañeros trabajadores y jóvenes, una actividad y una política conjunta en facultades, colegios y centros de trabajo. Queremos proponerles la tarea de construir una organización revolucionaria, que sea un paso adelante en la tarea fundamental de edificar un gran partido revolucionario, socialista e internacionalista de la clase trabajadora.

Por lo que es necesario y de vital importancia, impulsar una política al interior de fábricas y centros de trabajo tanto en la zona metropolitana como en otros estados de la República, para desarrollar corrientes clasistas y democráticas he ir ganando a trabajadores para la estrategia socialista. Esa es la perspectiva que impulsamos desde la Casa Obrera y Juvenil de Ecatepec, así como en sindicatos como el SNTSS, el STUNAM y otros centros de trabajo, y que propagandizamos desde nuestro periódico Estrategia Obrera. Como parte de esto, es que somos parte de la juventud trabajadora Barricada y de Hoja Obrera, y participamos solidariamente del movimiento de los ex mineros de Real del Monte, en Hidalgo. En este mismo sentido, es que participamos en organismos de frente único con otras organizaciones – como el FUT- , como un paso importante y progresivo, para alcanzar una política unificada, ahí donde los acuerdos lo permitan, hacia sectores de trabajadores.

Al mismo tiempo, una tarea clave es construir una fuerte corriente revolucionaria en las distintas universidades y colegios, aglutinando a todos aquellos estudiantes que quieran asumir el compromiso de edificar una organización partidaria que agrupe a obreros y estudiantes comprometidos con la transformación revolucionaria de la sociedad. Esa es nuestra perspectiva en la UNAM y otras universidades, donde, mientras impulsamos agrupaciones como En Clave Revolucionaria y la defensa del marxismo a través de la Cátedra Libre Karl Marx, sostenemos que los estudiantes combativos deben ir más allá e incorporarse a un proyecto político nacional que busque insertarse en la clase trabajadora.

Para todo esto es que llamamos a los compañeros con quienes actuamos en conjunto (y que muchos de ellos participaron en común en la movilización del 1 de mayo), así como a todos aquellos trabajadores, jóvenes y estudiantes que vean esta necesidad y coincidan con lo fundamental de esta carta, a realizar reuniones en los centros de trabajo y de estudio, para discutir los fundamentos estratégicos y programáticos (parte de los cuales planteamos en esta carta) de una organización revolucionaria.

Frente a la envergadura de las tareas que plantea la lucha de clases, no basta intervenir en las luchas con una política correcta, es indispensable nuclear a estudiantes y trabajadores tras una perspectiva común, fuertemente cohesionados en lo ideológico y lo político que, templándose al calor de la lucha de clases, tiendan a convertirse en verdaderos “tribunos del pueblo” y a desarrollar, en cada huelga, en cada movilización y en cada lucha, los aspectos mas revolucionarios de la acción de los explotados y oprimidos, forjando una organización, que ahí en los triunfos y en las derrotas, se prepare estratégicamente para esos momentos excepcionales en que las masas desposeídas orientan todo su instinto y energía a “tomar el cielo por asalto”.









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