Argentina

La crisis política nacional en el Mercosur de los agronegocios

22 Jun 2008   |   comentários

Aunque el gobierno logre mayoría oficialista en el Congreso para convertir en ley el sistema de retenciones móviles, incluidas las cuantiosas concesiones en reintegros y blanqueo de evasores y negreros “monotributistas” que también las recibirán como contemplan las “leyes compensatorias”, la crisis no está cerrada.

El dato de la semana lo aportó el dirigente de la Federación Agraria. Contra los que dicen apoyar el reclamo ruralista en nombre de “los pequeños chacareros” (llámense Raúl Castells o Vilma Ripoll), Eduardo Buzzi dejó completamente en claro que uno de los motivos de rechazo del proyecto oficial es que las compensaciones debían llegar hasta los productores de 3000 toneladas de soja. Es decir, a propietarios o empresarios contratistas que trabajen en torno a 1500 hectáreas en las ricas zonas de la Pampa Húmeda. Incluso desairando a los corazones sensibles de los diputados que presentan proyectos de “retenciones segmentadas” para los “pequeños y medianos”, como la centroizquierda del diputado Macaluse o Claudio Lozano, el pedido de Buzzi es la suspensión por 150 días de la resolución 125, o sea, basta de retenciones para todos. Esta unidad de la Mesa de Enlace, más allá de los matices, muestra que los intereses de los distintos estratos de las clases explotadoras del campo, grandes y pequeños, están entrelazados y que la Federación Agraria y los “autoconvocados” son el ariete de la burguesía agraria.

El Mercosur de los agronegocios (con o sin retenciones)

En la pelea política de esta semana, las diferencias entre los presidentes latinoamericanos sobre el conflicto entre los Kirchner y el campo que se explicitaron en torno a la reunión del Mercosur en Tucumán, fue aprovechada por uno y otro bando. El gobierno utilizó el apoyo de Hugo Chávez que al llegar al país dijo que: “Veía los cacerolazos y las expresiones contra el Gobierno, era igual a lo ocurrido en 2001 en Venezuela, una oligarquía que no quería el cambio y atentó contra el gobierno”. El surgimiento de las “nuevas derechas” latinoamericanas como la que aquí se perfila alrededor del “partido del campo”, tiene rasgos comunes en las banderas “republicanas”, el “antiautoritarismo” que moviliza a las clases medias de Caracas o el “federalismo de los ricos” que entrañan la burguesía “autononomista” contra el gobierno de La Paz o los empresarios del campo y los agro-gobernadores contra el “centralismo fiscalista” de Buenos Aires. Esto da de comer a quienes desde “la izquierda” del kirchnerismo intentan justificar el emblocamiento con el gobierno en su disputa con el campo, arguyendo estar ante el mismo enfrentamiento que se produce en Bolivia o Venezuela.

De su parte, la oposición campestre resaltó que tanto el gobierno de Brasil como el de Uruguay son contrarios a aplicar retenciones. “Puede lastimar la economía de los socios del Mercosur”, dijo Tabaré Vázquez, y en sintonía el ministro de Economía de Lula, Amorín, sostuvo que las retenciones “crean distorsiones en los precios”. Sin embargo, a pesar de diferir en la aplicación de retenciones, en el fondo la política agraria en Argentina tiene mucho más en común con Brasil y Uruguay, es decir con los gobiernos que más expresan la continuidad con los programas neoliberales. La alianza de los Kirchner con los Grobocopatel y Urquía, merecería la misma crítica que el ideólogo del Movimiento Sin Tierra de Brasil, Bernardo Mançano, ha hecho al gobierno de Lula sobre la “cuestión agraria”: “En la década del 90 surgió una nueva corriente teórica denominada “paradigma del capitalismo agrario” que favorece ”la compra de tierras por medios de políticas del tipo “Banco de Tierra”, con el apoyo del Banco Mundial” y sostuvo que las “políticas agrícolas determinadas por el mercado y la integración al capital, por medio del agro negocio, incorporando la “agricultura familiar” pasaron a ser bien vistas por diversos sectores de izquierda y de la derecha, siendo parte también de los discursos parlamentarios del PT” (Palavra Operária de Brasil, 01/07/08). A pesar de la diferencia discursiva de los últimos 100 días, durante estos 6 años la política “nacional y popular” ha sido propiciar los negocios agrofinancieros, los pool de siembras y el proceso de concentración de la tierra.

Gobiernos pos-neoliberales

La diferencia esencial entre los gobiernos de Brasil y Argentina no está, por lo tanto, en una ruptura del kirchnerismo con el “paradigma neoliberal” (que no hay que confundir con la particularidad que ese esquema tuvo aquí con el tipo de cambio “1 a 1”) sino en las condiciones políticas y de la lucha de clases que los llevaron al poder. En Brasil como en Uruguay se dieron recambios de los gobiernos neoliberales “en frío”, sin irrupción de masas; mediante una operación similar a lo que el marxista Antonio Gramsci llamaba “transformismo”: líderes y partidos de base obrera y popular que se presentaron como salidas progresistas y terminan asumiendo el poder para adoptar el programa continuista del neoliberalismo; el PT de Lula y el Frente Amplio uruguayo.

Argentina, en cambio, tienen un rasgo común con los países que protagonizaron levantamientos de masas entre el 2001 y el 2003, lo que posibilitó, en medio de la relativa debilidad del imperialismo norteamericano al fin de la era Bush, la utilización por parte de los gobierno de Evo Morales, Chávez y aún de los Kirchner de cierta autonomía de los Estados para redistribuir las rentas extraordinarias entre los sectores de las clases dominantes, las rentas de hidrocarburos en Venezuela o Bolivia, y la renta de la tierra en la Argentina. Pero aquí termina la analogía.

Aún en una relación de conciliación con los grandes propietarios, los gobiernos de Evo Morales y Chávez, con base en sectores de masas campesinas y populares, han promulgado leyes agrarias que reforman parcialmente las condiciones de los ’90. En Bolivia la nueva constitución, desafiada por la derecha, intenta limitar el tamaño de la propiedad entre 5 y 10 mil hectáreas; y en Venezuela el Estado dispuso una Ley de Tierras, de tibias medidas que no tocan los grandes latifundios, pero sin embargo interviene sobre un sector de propietarios agrarios que poseen una “titularidad precaria” a causa de históricas usurpaciones y desplazamiento de campesinos. De la misma manera, con las seudo-nacionalizaciones petroleras y de otras empresas han establecido un mayor porcentaje para el Estado en la apropiación de la renta y la propiedad de los recursos fundamentales en comparación con las privatizaciones neoliberales. Esto no significa, de ninguna manera, una ruptura con la burguesía terrateniente, el capital extranjero y un cambio fundamental en las relaciones de propiedad en el campo, y en el conjunto de la producción. Por el contrario, demuestra los límites insalvables que el “nacionalismo burgués a lo Chávez” y el gobierno de colaboración de clases con base campesina e indígena del MAS boliviano, tienen para terminar con uno de los pilares del sojuzgamiento semicolonial, y confirma que la nacionalización de la gran propiedad agraria y los recursos naturales, sólo podrá imponerse desde un gobierno revolucionario de los trabajadores.

Pero mientras, en Bolivia y Venezuela la embajada norteamericana se ha posicionado claramente detrás de las “nuevas derechas” y llegado hasta las intentonas militares, como en abril del 2002 contra Chávez, aquí los “enfrentamientos” no pasaron del caso mediático de la valija de Antonini Wilson, mientras los Kirchner hicieron votar a pedido de Bush la “ley antiterrorista” en el Congreso nacional para facilitar la campaña imperialista contra Irán, un aliado político de Venezuela.

Desgaste del “partido de la contención”

La crisis ya produjo un debilitamiento cualitativo del gobierno y un importante resquebrajamiento por arriba en el peronismo que actuó como “partido de la contención” tras la crisis del 2001-2002. Los Kirchner han perdido la mayoría de las clases medias urbanas y rurales que, más allá que puedan sostener o no nuevamente los bloqueos de rutas, deslegitimarán la votación del Congreso que mantenga las retenciones “no consensuadas”. Este desfasaje en la representación política burguesa, entre una mayoría parlamentaria oficialista y el estado de ánimo opositor de amplias capas medias, tendrá nuevas expresiones e irrumpirá con distintas formas y manifestaciones políticas; en tanto el gobierno no concitó adhesión activa en la clase trabajadora que sufre la inflación y los bajos salarios.

Más en general, el “empate de fuerzas” entre las dos fracciones burguesas deja abierta una situación política altamente inestable. Los industriales de la UIA que son el corazón de la alianza de gobierno, levantan la voz contra la pérdida “del tipo de cambio competitivo”. El surgimiento de un peronismo no K en las grandes concentraciones provinciales de Córdoba, Santa Fé y Entre Ríos, o el reclamo del gobernador Das Neves de Chubut por la participación provincial en las rentas petrolera y pesquera, son muestras de una debilidad estatal de conjunto que complicará el arbitraje, entre la necesidad de mayor recaudación y repartija de subsidios, que venia ejerciendo la camarilla kirchnerista. Tarde o temprano, se reabrirá la disputa en el liderazgo del peronismo que Kirchner venia digitando desde arriba. No es un dato menor que se hayan abierto negociaciones entre Hugo Moyano y Antonio Caló de la UOM para una dirección más compartida de la CGT, tratándose de una burocracia sindical que venía envalentonada con las patotas contra el activismo obrero con el poder que le daba un gobierno hasta hace poco fortalecido. Las actuales expresiones en sectores del movimiento estudiantil y la intelectualidad joven en torno a un posicionamiento independiente de ambos bandos capitalistas, es un síntoma anticipatorio de futuras intervenciones de la clase trabajadora.

Otra vez, dos estrategias en la izquierda

La crisis nacional ha dejado dos balances provisorios de las estrategias de la izquierda. Por un lado, “la nueva izquierda” del MST de Vilma Ripoll está en liquidación. Sus aliados para esta perspectiva de “unidad de la izquierda con la centroizquierda” como eran Pino Solanas, Claudio Lozano o el agrupamiento de los ex ARI de Macalusse, se han fortalecido con una posición semi K, semi campo. Justo cuando el MST se pasa a la vereda de la Sociedad Rural buscando un nuevo “espacio político”, le surge una “nueva centroizquierda” que le ocupa el lugar de la vieja Izquierda Unida. La mayoría de los antiguos aliados sindicales del MST que componían el agrupamiento que se llamó MIC (y que siguen manteniendo su semi-kirchnerismo de origen), se preguntan azorados cómo es que el MST se las arregla para ser chavista en Caracas y “escuálido” en Buenos Aires.

En segundo lugar, ante este panorama, una “tercera posición” claramente con independencia de clase intenta abrirse paso. Si no ha tenido mas trascendencia nacional se debe a la negativa política del Partido Obrero de encabezar un polo nacional junto al PTS. La base para desarrollarlo no era otra que el programa que el PTS y el PO, junto al MAS, acordamos al inicio de la crisis, en el importante acto del 29 de marzo frente al Obelisco que planteaba los ejes centrales de un salida obrera y socialista contra los dos bandos capitalistas. El PO se bajó de ese programa común con la ilusión de unirse en el día internacional de los trabajadores, nada menos, con la izquierda campera del MST y el PCR, frustrando así un acto unitario y clasista del 1 de Mayo en la Plaza. En el Congreso de la Federación Universitaria de Buenos Aires, se negaron a votar el apoyo a la declaración que ya lleva las firmas de más de 500 intelectuales, incluídos compañeros del PO. Es decir, otra vez le hicieron el juego al MST y al PCR con quienes comparten cargos en la dirección de la federación estudiantil. Mientras en varios centros de estudiantes y lugares de trabajo impulsamos declaraciones conjuntas, o hemos desarrollado paralelamente campañas con presencia paritaria en la agitación política, el PO ha hecho todo lo posible por impedir que se exprese un bloque nacional más fuerte, prefiriendo dividir fuerzas a potenciarlas en una campaña unificada. ¿Por qué?

En diciembre pasado, desde el PTS dirigimos una Carta Abierta a la izquierda obrera y socialista con la propuesta de abrir la discusión programática y política para explorar las bases hacia un partido revolucionario unificado. Allí planteábamos que las condiciones para nuevas crisis, como la que está en curso, y el desgaste de los gobiernos “progresistas” latinoamericanos se desarrollaban más rápidamente que la preparación conciente de los revolucionarios para intervenir en ellas. Digamos, de paso, que unos de los grupos a quienes entonces dirigimos ese llamado, Izquierda Socialista que integró el frente electoral con el PTS y el MAS, lo desestimó porque, dijo, “no estaban dadas las condiciones”, lo que no les impidió terminar diluidos en el apoyo al frente patronal agrario con una política indiferenciada del oportunismo del MST. Los compañeros del MAS, con quienes seguimos impulsando acciones comunes, no han respondido, al igual que el PO, después de 6 meses a nuestra iniciativa unitaria y principista. ¿Será porque tienen una alternativa superior para explorar la vía hacia un gran partido revolucionario o es que ni siquiera se plantean la cuestión? Reiteramos la propuesta de abrir este debate estratégico y empezar por concretar un polo de intervención común en la crisis nacional.

Mas informacion en www.pts.org.ar









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