Se escribe una nueva página en el proceso revolucionario egipcio

15 Aug 2013   |   comentários

Oscar Castillo

Tras movilizaciones de millones de personas en las calles, el ejército egipcio se vio obligado una vez más a jugar un papel de contención en el descontento de las masas, para evitar que las protestas se radicalizaran; el 3/7 un golpe de Estado derrumbó al gobierno de Morsi –electo en 2012 con el apoyo de la organización islamista ortodoxa Hermandad Musulmana- y puso al frente de un gobierno provisional al militar Abdel Fattah Al Sisi. Tuvo el visto bueno de la burguesía imperialista: representó una mejor opción crear un escenario de inestabilidad y confrontación con los 2 millones de personas que integran a la Hermandad Musulmana, que permitir que las movilizaciones en contra del gobierno avanzaran en su radicalidad y lo derrocaran por su propia cuenta.
El gobierno provisional, cimentado en el ejército, pretende mantener el aparato burocrático estatal, para garantizar que los negocios de la burguesía se mantengan intactos.

Las movilizaciones obreras y populares

El descontento de las masas se ha acrecentado desde hace dos años. La pobreza azota las ciudades egipcias, 40% de la población vive con menos de un euro al día. Ante la imposibilidad de que el gobierno elegido “democráticamente” de Morsi, con el aval en ese momento del ejército, pudiera resolver las demandas populares debido a su subordinación a la burguesía imperialista, las masas egipcias salieron a las calles por millones, protagonizando una histórica oleada de movilizaciones. En el mes de abril hubo 1,462 protestas, 48 por día. Desde hace 2 años las masas egipcias se enfrentan al gran aparato militar, policial y religioso egipcio. En contra de los aumentos de precios, la escasez de combustibles y los bajos salarios, las huelgas del sector público industrial, la huelga de maestros o la de médicos, son acciones importantes que la clase obrera realizó y que marcaron la caída de Morsi. El proceso revolucionario tiene por delante la difícil tarea de enfrentar a la dirección militar del gobierno y avanzar en la organización independiente respecto a la burguesía. Es necesario que la clase obrera se ponga al frente de las movilizaciones; los momentos en los que lo ha hecho y ha presionado con huelgas generales, junto a la movilización de millones de jóvenes y pobres urbanos, fueron decisivos para poner en jaque a los aparatos burocráticos burgueses y son en realidad los responsables de la caída de Mubarak y de Morsi. Trabajadores industriales y de servicios continúan peleando por sus demandas; los obreros textiles protagonizaron una huelga de miles a fines de julio por el pago de prestaciones.

El imperialismo se prepara para intervenir, con falsos discursos de ayuda, países ligados al imperialismo estadounidense como Emiratos Árabes, Arabia Saudita y Kuwait, ofrecieron préstamos millonarios al gobierno provisional para mantener control sobre la política de Egipto y evitar que pueda haber reformas –obligadas por la presión de las masas– , que trastoquen sus intereses en Medio Oriente. El endeudamiento de Egipto, por esta vía, muestra que bajo un gobierno burgués sólo se agravarán los efectos de la crisis económica y la inflación que golpea los bolsillos de la clase trabajadora y las masas precarizadas.

Es necesaria una salida obrera y popular

El ejército ha intentado desviar el descontento contra el aparato gubernamental hacia la Hermandad Musulmana que se pronunció en contra del golpe de Estado, intentando justificar la masacre de este grupo que fue su aliado en el pasado.
Sin embargo, este gobierno surge muy cuestionado entre la clase obrera. El nuevo desvío cuenta con menos legitimidad que el que se dio después de la caída de Mubarak, la continuidad de los planes de Morsi y de su aparato estatal, la posible subordinación a las órdenes del FMI para recibir financiamiento, mantienen el descontento en las calles. Los trabajadores y las masas populares egipcias deben de darse cuenta de esta maniobra del ejército y de la política imperialista, que se ha montado en las movilizaciones populares para impedir que ellas mismas sean las que derriben gobiernos burgueses.
Es esencial levantar una política independiente de las distintas fracciones burguesas. Partiendo de rechazar los ataques a la Hermandad Musulmana, hay que levantar una política que apunte a que la clase obrera y los sectores juveniles y populares desarrollen sus organismos de autoorganizacion y levanten un programa que recoja los reclamos sociales y populares y apunte a luchar por el poder para los trabajadores y el pueblo.

Solidaricémonos con los trabajadores egipcios y con su pueblo pobre, impulsemos una gran campaña de solidaridad con las movilizaciones obreras y populares, por que el pueblo egipcio pueda tomar el destino en sus manos y por fin estas largas jornadas revolucionarias puedan llevar al poder a esta clase obrera que ha luchado arduamente por su emancipación.









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