Ante el llamado a un Congreso Nacional

¿Qué organización para el movimiento estudiantil?

24 Sep 2014   |   comentários

El pasado 23 de agosto se llevó a cabo el Precongreso Nacional Estudiantil convocado por la sección XXII de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, en la facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México, en el Distrito Federal. Al encuentro se dieron cita estudiantes de la Universidad de Chapingo, de la Universidad Benito Juárez de Oaxaca y alumnos de algunas facultades de la UNAM.

Como parte de los múltiples esfuerzos que se realizan a nivel nacional para articular el descontento acumulado durante años de ataques y duros golpes a la clase trabajadora, saludamos la iniciativa que retome en sus ejes una de las demandas históricas del movimiento estudiantil, como lo es la lucha en defensa de la educación pública y gratuita.

Un balance necesario

Sin embargo, consideramos que un espacio que se plantee el reto de organizar a los estudiantes de todo el país, debe partir de plantear cuestiones que han sido importantes en la tradición del movimiento estudiantil mexicano, como la forma de organización y las consignas centrales a levantar.

En el “cuadernillo de trabajo” ofrecido para seguir la discusión durante el Precongreso se encuentra una introducción con datos estadísticos sobre deserción escolar y acceso a la educación, presupuesto y sobre las políticas que se han implementado con el objetivo de privatizar la educación en el país. Como elemento a considerar, creemos que es imprescindible conocer estas cifras, pero también creemos que deja pendiente el balance que desde que se liquidó el #YoSoy132 se ha negado a dar la izquierda y al que con la presentación del libro #juventudenlascalles, buscamos aportar desde la Juventud del Movimiento de los Trabajadores Socialistas a la indispensable labor de extraer lecciones para las futuras peleas, además de retomar lo mejor de movimientos tan importantes como el de 1968, el de 1999 y, pasando por los fenómenos internacionales de levantamientos juveniles, el que despertó durante la campaña electoral en México en 2012.

Desde la Juventud del MTS participamos de este espacio planteando la importancia de reivindicar la tradición estudiantil, siempre tendiente a la autoorganización y con elementos de avanzada para garantizar su democracia interna y la decisión desde las bases, como el método de discusión asambleario y mecanismos de representación tales como las delegaciones votadas por la asamblea, rotativas, revocables y la apertura a que se expresen libremente tendencias políticas. La autoorganización desde las bases debe ser un principio de cualquier organización o federación estudiantil que se plantee luchar por los derechos de los estudiantes, lo cual ha sido negado, en las últimas décadas, por distintas corrientes actuantes al interior del movimiento estudiantil.

Por una organización nacional estudiantil

En la Juventud del MTS, creemos que una de las principales consignas que debe levantar hoy por hoy el movimiento juvenil y estudiantil independiente, es la de ligarse de forma activa y solidaria a las luchas de las y los trabajadores, como única forma de que sus demandas se resuelvan de forma efectiva y se frene la política elitizadora para la educación, que deja fuera a los hijos de los trabajadores. Creemos que debemos jugarnos a extender la organización mediante la unidad con los sectores que hoy se encuentran en lucha, como la Nueva Central de Trabajadores, el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, los trabajadores de Honda agrupados en torno al STUHM, los trabajadores del sindicato de la Caja de Ahorro de Telmex, en un Encuentro Nacional Estudiantil que retome las lecciones organizativas más avanzadas de los procesos del pasado.

Consideramos que las demandas por comedores subsidiados, infraestructura adecuada, pasaje estudiantil barato, becas, y el rechazo a la tecnificación de los planes y programas de estudio y a la injerencia del Banco Mundial y la OCDE en la elaboración de las políticas educativas del país, son cruciales para generar experiencia y dejar en mejores condiciones a la juventud para ponerse de pie y enfrentar embistes futuros. La lucha, empero, no puede detenerse ahí. Para ser verdaderamente efectivas estas demandas, hace falta dotar a la juventud de un programa que se plantee un horizonte estratégico para enfrentar en una perspectiva revolucionaria al régimen de esta democracia para ricos del PRI, el PAN y el PRD, y al sistema capitalista. Una perspectiva que, más allá de las luchas que puedan librarse al interior de las universidades, permita ligarse a otros sectores y garantizar que sus conquistas no se conviertan años después en las demandas de las generaciones venideras a las que se les ha negado el derecho a acceder a esos triunfos.

Nuestra discusión con respecto a las Federaciones Estudiantiles, sindicatos estudiantiles y demás variantes “democratizantes” ha sido planteada en diversos momentos en que la lucha política al interior del movimiento estudiantil hacía vigente y necesario delimitarse programáticamente de prácticas políticas que apuntaban a la burocratización y consiguiente derrota del movimiento (ver Estrategia Obrera núm. 100).

A modo de ejemplo, podemos mencionar a la Confederación de estudiantes de Chile, en donde más que significar un espacio en donde se alentara la participación de cualquier compañera o compañero, terminó por significar un órgano que obstaculizó por la vía de los hechos los procesos de auto organización y que fue observador cómplice de la desarticulación del movimiento estudiantil chileno, en función de la política de pacto con el gobierno y de colaboración de clases del Partido Comunista.

La conformación de un espacio de esta naturaleza, tendría que servir en primer término para que, en momentos de lucha, sean los estudiantes quienes lo fortalezcan basados en mecanismos democráticos que permitan que las decisiones tomadas respondan al mandato de base; en segundo término, debe servir para convocar a sectores en resistencia, discutir y votar un plan de lucha nacional unificado que se apueste a enfrentar las consecuencias de la aplicación de las reformas estructurales, impuestas por el gobierno del Pacto por México.









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