México, ante un régimen irreformable: “Fuera Peña Nieto y esta democracia asesina”

13 Dec 2014   |   comentários

A partir de la desaparición de los 43 normalistas y el inicio de un amplio movimiento nacional de protesta, la estabilidad política conquistada por el gobierno de Enrique Peña Nieto y el Pacto por México se convirtió en un capítulo del pasado.

El gobierno priista perdió aceleradamente la legitimidad y la fortaleza conquistada a fuerza de reformas reaccionarias contra el pueblo trabajador, y la caída de su imagen se expresó notoriamente en el plano internacional.

Las movilizaciones de masas que recorrieron una y otra vez, durante los últimos dos meses y medio, las calles de todo México, son -qué duda cabe- una de las expresiones más altas e ininterrumpidas de un descontento sin parangón desde la emergencia de la rebelión de Chiapas en 1994 contra el viejo priato.

Jóvenes, estudiantes, trabajadores, pueblo en general, intelectuales, personalidades del arte y la cultura se hicieron parte de múltiples manifestaciones de indignación y repudio a la masacre de Iguala y las desapariciones de los normalistas.

A la consigna de "Vivos se los llevaron vivos los queremos", se agregaron rápidamente el "¡Fue el Estado!" y "¡Fuera Peña Nieto!", muestra de que a los ojos de las grandes mayorías, los distintos partidos e instituciones aparecen coludidos con el narcotráfico.

El reflejo de esto fue la crisis en el PRD, que llevó al abandono de ese partido primero de su histórico referente Cuauhtémoc Cárdenas y luego de varios dirigentes del estado de Guerrero, así como a las disputas dentro del Congreso de la Unión entre priistas y perredistas, que se acusan mutuamente de ser los responsables de los sucesos de Iguala.

La persistencia de este movimiento -cuya expresión reciente en las calles fueron el 20N, el 1D y el 6D-, es un ejemplo de que, en el México sojuzgado por la opresión imperialista y por un régimen que profundiza la antidemocracia existente desde el priato, las demandas democráticas juegan un rol motor de la movilización obrera, juvenil y popular.

Durante el mes de noviembre tuvimos síntomas importantes de que sectores de la clase obrera comenzaron a estirar sus músculos, en un movimiento sin duda muy inicial pero a la vez significativo: la participación de los trabajadores telefonistas y universitarios en las movilizaciones por Ayotzinapa -sumándose a las secciones del magisterio que ya estaban activas-, así como luchas en distintos lugares de la república, como fue el caso de los trabajadores del metro de Monterrey y la movilización de trabajadoras y estudiantes de enfermería por sus reivindicaciones.

Esto es un ejemplo de que la pérdida de terreno del gobierno y los partidos del Congreso y la misma movilización democrática, abre brechas por donde pueden empezar a colarse franjas del movimiento obrero.

Mientras el movimiento se desplegaba en México, despertaba replicas y solidaridades en todo el globo. Desde las ciudades de Estados Unidos que se iluminaron por Ayotzinapa, hasta los mítines y manifestaciones en Brasil, Chile, Francia y decenas de países, pasando por la acción internacionalista realizada en Argentina, en el acto político del PTS realizado el 6D, con más de seis mil asistentes.

A los ojos de millones en el país, y vislumbrado para muchos más fuera de las fronteras, aparecen las crudas consecuencias de la recolonización imperialista del país y de compartir más de 3000 kilómetros de frontera con Estados Unidos. Como ya planteamos previamente, el Tratado de Libre Comercio y la Iniciativa Mérida no sólo trajeron aparejados subordinación y entrega económica y política: la expansión de los cárteles y la guerra contra el narcotráfico son sus consecuencias directas. La barbarie de las fosas clandestinas, los más de 160.000 muertos y 20.000 desaparecidos, la expansión de la trata y los feminicidios, son la muestra cruenta de la descomposición del Estado mexicano sometido a los huracanes funestos de la sujeción a los planes estadounidenses.

El gobierno: entre el “carpetazo” y la represión

En este contexto, las declaraciones del gobierno anunciando que entre los restos supuestamente encontrados en Cocula se habría identificado al normalista Alexander Mora de 19 años, despertaron la desconfianza de los padres de familia, que llamaron a continuar la lucha.

En las últimas semanas, los intentos del gobierno de dar “carpetazo” a las desapariciones, se complementaron con una ofensiva amedrentadora y represiva sobre distintos sectores del movimiento, que es impulsada en conjunto con el gobierno perredista del Distrito Federal: los “levantones” de activistas (como los casos de Bryan Reyes, Jacqueline Santana y Sandino Bucio), el encarcelamiento de manifestantes y su envío a penales de máxima seguridad (como los del 20N), y una campaña sistemática, alentada por sectores de la patronal, que exige orden y amenaza con montar nuevos escenarios de represión.

Sabemos lo que es el PRI y este régimen asesino e irreformable. Peña Nieto, el responsable de la represión de Atenco en el 2006, está buscando la oportunidad para retomar la iniciativa y golpear al movimiento democrático en las calles.

Por eso, para evitar que el gobierno se recomponga y pase a la ofensiva, para evitar que el movimiento caiga en el desgaste, hay que dotarlo de un plan de acción coordinado a nivel nacional, realizando un Gran Encuentro Nacional de sindicatos, organizaciones campesinas, populares y estudiantiles por Ayotzinapa, para resolver una agenda unificada. Para avanzar en extender y profundizar la lucha, es crucial -junto a desplegar la más amplia movilización nacional- la participación de los trabajadores y sus grandes organizaciones sindicales que pueden, con sus métodos de lucha, torcerle el brazo al gobierno y las instituciones de esta democracia bárbara.

La orientación debe centrarse en preparar una verdadera huelga general política hasta tirar a Peña Nieto e imponer un gobierno provisional de las organizaciones obreras y populares en lucha. Como planteamos desde el Movimiento de los Trabajadores Socialistas (MTS) en las movilizaciones y asambleas donde participamos, la primera medida de este gobierno provisional debería ser convocar a una Asamblea Constituyente, Libre y Soberana, sin ninguna restricción y con acceso igualitario a los medios de comunicación para las organizaciones obreras, campesinas, populares y de izquierda, con representantes electos por sufragio universal cada 50,000 habitantes, revocables y con un salario igual al de un maestro, donde voten todos los mayores de 16 años.

En esa asamblea, debería abordarse cómo acabar con la represión y la militarización, la trata y los feminicidios, así como imponer la legalización de las drogas para atacar el negocio del narcotráfico, entre otras medidas para acabar con los cárteles.

La autodefensa, encabezada por las organizaciones obreras y populares, ocupará un lugar prioritario en las resoluciones de esa Asamblea, para enfrentar a los responsables de más de 160,000 muertos y decenas de miles de desaparecidos.

Entre la agenda a discutir desde el MTS propondríamos, sin duda, cómo enfrentamos la entrega al imperialismo que pretende convertir a México en una estrella más de la bandera estadounidense, lo cual pasa en primer lugar por la ruptura de los pactos como el TLC, para acabar con el saqueo que arroja en la miseria a millones de trabajadores y campesinos. Como venimos diciendo desde el MTS, solo podrá ser Libre y Soberana si la organizamos de forma independiente de los partidos de esta democracia asesina.

En esta lucha, desde el MTS planteamos que la única forma de dar una salida definitiva a las reivindicaciones de los explotados y oprimidos es expropiar a los patrones, los terratenientes y las trasnacionales imperialistas y acabar con las bases de este sistema capitalista de explotación, opresión y barbarie.









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