La corrupción de la clase política

10 Jan 2015   |   comentários

Pablo Oprinari / @POprinari El líder del Morena, después de denunciar la corrupción y las desapariciones de los normalistas, sugiere reformar pacíficamente estas instituciones. Pero... ¿puede esperarse que las instituciones y los políticos que ya mostraron al servicio de quién están, beneficien al pueblo empobrecido de este país?

El líder del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), Andrés Manuel López Obrador, en un mensaje difundido el 31 de diciembre del 2014, denunció particularmente que los escándalos de corrupción (como la “casita blanca” de la primera dama Angélica Rivera y la millonaria casa del secretario de Hacienda Luis Videgaray) y la impunidad para Raúl Salinas de Gortari, dañaron la imagen de México a nivel internacional. Habló también de la falta de crecimiento económico y la falta de generación de empleos, y planteó que “dolió muchísimo” la desaparición de los 43 estudiantes normalistas.

López Obrador también llamó a “no perder las esperanzas” y a transformar de manera pacífica las condiciones del país.

La corrupción y la democracia bárbara

Sin duda, con el regreso del Partido Revolucionario Institucional a Los Pinos se redobló la entrega de México a las transnacionales como quedó demostrado con la reforma energética.

Esta subordinación cada vez más creciente del país fue de la mano de una profundización del carácter reaccionario del gobierno y el régimen político del PRI-PAN-PRD.

Mientras gobiernan a medida de las necesidades de Obama y los imperialistas, aumenta de forma inusitada la barbarie capitalista: desapariciones, asesinatos, presos políticos y la mayor miseria que sacude a decenas de millones de mexicanas y mexicanos.

La clase política responsable de esto es la misma que se beneficia de la administración y el resguardo de los negocios capitalistas y no conoce distingo de partidos o “colores”. Veamos algunos ejemplos.

Aunque sin duda Enrique Peña Nieto y los funcionarios del “tricolor” se están sirviendo con cuchara grande y gozando de los privilegios que les da estar en Los Pinos (como pequeña muestra de ello basta ver las mas de 100 propiedades con las que cuentan los integrantes del gabinete), los demás partidos del Congreso no son ni han sido ajenos a ello.

Los panistas, adalides de la democracia para los empresarios, lo hicieron durante dos sexenios, y lo siguen haciendo en las entidades que gobiernan.

Pero los “izquierdistas” del PRD también se apropiaron de sus rebanadas del pastel: por ejemplo desde el gobierno del Distrito Federal y a cambio de las jugosas concesiones otorgadas a empresarios de la construcción para los distintos proyectos de “modernización” de la ciudad de México como el “segundo piso” del Anillo Periférico y otros.

Otro ejemplo es la relación establecida por varias administraciones perredistas con el magnate Carlos Slim para distintas obras y negocios, que incluye la renta de patrullas policiales.

Aunque muchos trabajadores y jóvenes confían en López Obrador, al que ven como un opositor consecuente y que además -a diferencia de los políticos tradicionales de los demás partidos- no se ha enriquecido ni arrastra escándalos de corrupción, hay que considerar que de esta situación sí forman parte muchos que fueron del PRD y hoy están en Morena.

Por ejemplo, el senador Mario Delgado, que acaba de renunciar al “sol azteca” para ingresar a las filas del partido de López Obrador y que fuera ministro de finanzas del anterior jefe de gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, fue acusado de corrupción en la licitación express de la nueva Linea 12 del Metro, la cual hoy se encuentra suspendida por grandes irregularidades en su planeación y construcción.

Y esto se hace en detrimento de los sectores populares: como muestra, por ejemplo, la nueva obra estrella del gobierno de Enrique Peña Nieto, que se construirá en acuerdo con la actual administración perredista de Miguel Ángel Mancera en el DF.

Nos referimos al tren que unirá a la ciudad de México con Toluca, la capital del Estado de México, una obra multimillonaria que beneficiara a empresas como La Peninsular y la española OHL, donde tienen participación integrantes del grupo priista de Atlacomulco, y que, como denuncian distintas organizaciones vecinales y populares, se basa en la expropiación a precios irrisorios a miles de campesinos y pobladores y significará un verdadero ecocidio.

Este proyecto pisotea los derechos de los miles de habitantes del pueblo de Santa Fe, que desde 1981 sufren un verdadero desastre habitacional y una carencia de recursos hídricos, como resultado de que las distintas administraciones priistas y perredistas favorecen la construcción y el acceso a dichos recursos por parte de los exclusivos barrios de las clases altas de la zona.

Esto -la corrupción- no son “algunas manzanas podridas” sino que es el resultado de la administración de los negocios de los capitalistas, son las ventajas y privilegios que obtienen de ello, que se suman a los millonarios sueldos y bonos que cobran funcionarios del poder ejecutivo, diputados, senadores y jueces.

La suciedad propia de la administración pública en México es inherente al propio capitalismo y a la colusión entre las empresas que buscan la máxima ganancia con los políticos a su servicio.

Por eso, denunciar a los “políticos malos” -como ha hecho numerosas veces López Obrador- y pretender una administración limpia de los negocios capitalistas, representa una falacia. Ya lo demostró el PRD de “los orígenes”: terminaron siendo un espejo de priistas y panistas.

¿Cambiar pacíficamente esta democracia bárbara?

El líder del Morena, después de denunciar la corrupción y las desapariciones de los normalistas, sugiere reformar pacíficamente estas instituciones.

Pero... ¿puede esperarse que las instituciones y los políticos que ya mostraron al servicio de quién están, beneficien al pueblo empobrecido de este país? ¿Acaso puede pensarse que este régimen político, responsable de las desapariciones de los normalistas, del asesinato de periodistas, de la “guerra contra el narco” que dejó más de 160.000 muertos, puede remozarse y democratizarse?

Ya cientos de miles vieron en el 2006 que el panista Felipe Calderón se impuso en la presidencia mediante el fraude. Ya muchos más vieron que los sucesivos gobiernos se encargaron de vender los recursos naturales y que ahora se persigue y asesina a los luchadores sociales, de lo cual es cómplice y parte -junto a las presidencias panistas y priistas- el PRD y sus distintas gobernaturas estatales y en el Distrito Federal.

Con mis compañeros y compañeras del Movimiento de los Trabajadores Socialistas hemos dialogado con miles de honestos jóvenes, trabajadores y sectores populares que ven con simpatía a López Obrador y su movimiento. Les hemos planteado que la propuesta que AMLO ha llamado también de “resistencia civil y pacífica”, pretende equivocadamente que el descontento existente se oriente a esperar un cambio mediante el voto al Morena (como fue antes mediante el sufragio al PRD). Sin embargo, consideramos que esto implica desviarse de la necesaria lucha para acabar con las instituciones de esta democracia bárbara y, lamentablemente, sólo representará nuevas frustraciones.

Como planteamos desde las páginas de nuestra prensa Tribuna Socialista y en nuestra página electrónica, proponemos impulsar la más amplia movilización contra el gobierno de Peña Nieto y los partidos PRI-PAN-PRD, encabezada por los sindicatos y las organizaciones populares que protagonizaron los últimos meses de álgidas manifestaciones.

Lejos de reformar pacíficamente las instituciones, hay que preparar una Huelga General Política para echar abajo al gobierno de Peña Nieto y los partidos de esta democracia asesina, imponer un gobierno provisional de las organizaciones en lucha, y convocar a una Asamblea Constituyente Libre y Soberana.

Solo así -con millones en las calles, unificando los reclamos de quienes luchan contra la reforma en el sector salud y los que marchan contra los asesinatos y desapariciones- es que podrá acabarse con las corruptelas, los privilegios y los negociados de los partidos y gobernantes al servicio de la clase dominante y las transnacionales, y conquistar las demandas más sentidas de la población, como la aparición con vida de los compañeros normalistas y el juicio y castigo a los responsables, apuntando a discutir y comenzar a resolver los problemas más acuciantes, poniendo un alto a la entrega a los grandes empresarios y el imperialismo que succiona la savia vital de la nación y poniendo el conjunto de los recursos al servicio de las grandes mayorías









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