Llamado a las organizaciones socialistas y revolucionarias...

Es necesario construir un Partido de Trabajadores Revolucionario unificado e internacionalista

21 Sep 2006   |   comentários

México vive una situación convulsiva de la lucha de clases. En los primeros meses del 2006, importantes luchas mostraron una nueva realidad en el movimiento obrero. Como en Sicartsa, con métodos radicalizados de lucha (como la huelga) y el enfrentamiento contra las fuerzas represivas, que provocó muertos y detenidos en las filas obreras y frenó el desalojo de la planta. Y en la juventud surgieron nuevos sectores que vieron la necesidad de tomar las calles, denunciar a los partidos patronales y a las instituciones de esta “democracia” para ricos, como se vio en las acciones de “la otra campaña” y en la lucha de Atenco.

Las elecciones del 2 de julio eran, para la burguesía, la posibilidad de desviar el descontento existente desde el 2003 (las movilizaciones de los electricistas, las luchas del Seguro Social, etc.) hacia una supuesta “democratización” de las instituciones del régimen de la alternancia, y contener que surgieran nuevas luchas obreras y populares. Una buena opción para lograr eso era la llegada de López Obrador a la presidencia, basado en un apoyo electoral de masas. Sin embargo, la imposición fraudulenta de Felipe Calderón Hinojosa produjo la reacción contraria, despertando importantes acciones de las masas y abriendo una crisis política, inédita en las últimas décadas.

Una nueva situación de la lucha de clases

El fraude -al mismo tiempo que en gran medida obedeció a la disputa entre el personal político de la burguesía, significó un ataque reaccionario contra las conquistas democráticas más elementales, y generó un profundo movimiento de protesta y las multitudinarias e históricas manifestaciones del 16 y 30 de julio, decenas de mítines de masas convocados por AMLO, y un plantón de varios kilómetros que atravesó el centro político y financiero de la ciudad.

El fraude abrió una gran crisis “en las alturas”, con la negativa de AMLO a reconocer a Calderón. De igual forma, aceleró la deslegitimación del régimen de la alternancia; el proceso de desgaste de las instituciones (consecuencia en primer lugar de la aplicación de los planes durante los últimos años) dio un salto, y se profundizó la brecha entre las instituciones y las masas. Hoy, para millones de trabajadores, campesinos, jóvenes y sectores populares, es evidente que la alternancia no tuvo nada de democrática y que el gobierno calderonista no es más legítimo que el de Carlos Salinas en 1988. Si en ese momento, la “caída del sistema” abrió la crisis del priato, el actual fraude señala el prematuro agotamiento de la alternancia como proyecto político de desvío y contención de las aspiraciones democráticas de las masas.

En ese contexto, surgió la Comuna de Oaxaca, como ejemplo y bandera de lucha para los explotados y oprimidos. Después de iniciar como una lucha por demandas sectoriales, la represión gubernamental del 14 de junio despertó una acción insurreccional del magisterio con el apoyo de sectores populares. Esta acción logró retomar el control de la capital del estado, y sentó las bases para el surgimiento de un organismo de las masas en lucha, la APPO, encabezada por el magisterio y otros sindicatos junto a organizaciones indígenas, campesinas y populares, que estableció su control territorial sobre gran parte de la ciudad, las radiodifusoras y las vías de comunicación, ejerció las funciones de seguridad mediante los topiles y la “policía magisterial”, y funcionó desde entonces como un poder comunal opuesto al de los capitalistas y terratenientes. La Comuna de Oaxaca se basa en una gran disposición a la lucha de los explotados y oprimidos de la ciudad, y en el apoyo de gran parte de las masas del estado. Hoy Oaxaca vive hoy una situación abiertamente revolucionaria, donde hay condiciones para que la APPO, la Sección XXII de la CNTE y las demás organizaciones obreras, campesinas y populares pudieran establecer un verdadero poder de los trabajadores y el conjunto de las masas oprimidas y explotadas del estado, que irradie su influencia y su ejemplo al conjunto del país.

La lucha de Oaxaca es continuidad del proceso de recomposición del movimiento obrero y de masas que planteamos antes, pero es al mismo tiempo un enorme salto, ya que se basa en métodos insurreccionales y en el surgimiento de un poder alternativo al de la burguesía, algo inédito en las ultimas décadas tanto en México como internacionalmente, el cual ejerce (a pesar de sus limites, como es que se trata de un frente único de tendencias y no de una organización basada en delegados de estructuras) el control político y social reservado al estado capitalista. Aunque con desigualdades (ya que la situación en Oaxaca no es la que se vive en el resto del país ni en el DF), la combinación de una fuerte crisis en las alturas, la emergencia de un movimiento democrático de masas, y la existencia del poder comunal de Oaxaca, abren una situación prerrevolucionaria a nivel nacional, que puede preanunciar un proceso revolucionario en el país, y donde probablemente veremos nuevas acciones del movimiento obrero y popular e intentos de reprimir por parte de la burguesía y la reacción.

Las lecciones estratégicas de la Comuna de Oaxaca

Es necesario que los revolucionarios preparemos nuestra organización y levantemos un programa que exprese las lecciones más avanzadas de la lucha de clases y que apunte hacia una estrategia revolucionaria, para ser una real alternativa a las direcciones reformistas y burguesas.

La rebelión de Oaxaca muestra que, como decimos los marxistas, es la clase trabajadora (como el magisterio de la CNTE y los demás sindicatos que participan en la APPO) quien puede encabezar la lucha de las masas oprimidas y explotadas con sus métodos de lucha (como la huelga, el paro y poniendo en práctica métodos radicalizados. La clase obrera, aunque sea numéricamente minoritaria, juega ese rol por su ubicación objetiva en el capitalismo, que le permite paralizar la producción y circulación de mercancías, los servicios y las comunicaciones; atacar el centro político del poder capitalista; e impulsar un programa que permita liberarse a sí misma y al mismo tiempo liberar a las demás clases oprimidas, actuando como sujeto político dirigente de la revolución.

Otra gran lección es el surgimiento de un organismo como la APPO, que muestra se puede constituir las bases de un poder alternativo que toma en sus manos la conducción de la seguridad y vigilancia, el control sobre las vías de comunicación, las radiodifusoras, etc. Basándose en las barricadas y en la autodefensa, la APPO es el embrión de un nuevo poder obrero y popular. Y que éste es el camino a seguir para organizar la lucha de los explotados y oprimidos, avanzando hacia la autoorganización democrática y desde las bases, distinto al manejo vertical y burocrático que la dirección lopezobradorista ejerce sobre el movimiento antifraude.

Oaxaca muestra la potencialidad de la alianza de los trabajadores, los campesinos, indígenas y el pueblo pobre contra la dominación política de la burguesía. Y es que la APPO basa su poder en la existencia de dicha alianza, con la participación de organizaciones de los distintos sectores oprimidos y explotados, la cual se sustenta en una consigna común y unificada: ¡que se vaya Ulises Ruiz, responsable de la miseria, la represión y la opresión en la ciudad y el campo!

La lucha de Oaxaca enseña que son los trabajadores los que pueden ofrecer una alternativa al poder capitalista y que, si queremos atacar las bases de este sistema, la clase obrera es insustituible y nuestras fuerzas deben orientarse a que encabece la lucha de todo el pueblo para derrocar a la clase dominante.

Por eso hay que luchar por una huelga general estatal para que se vaya Ulises Ruiz y todos los políticos del régimen, y que se instaure un gobierno provisional de la APPO y las organizaciones obreras, campesinas y populares. Sobre la lucha de la APPO se ciernen las amenazas de represión: ante esto es fundamental impulsar la más amplia solidaridad del movimiento obrero y el pueblo, en todo el país. De igual forma, otro peligro es que el gobierno y el régimen acepten quitar a Ulises Ruiz para imponer a otro político burgués, que continuará aplicando los mismos planes que aquel.

Por todo eso, los revolucionarios debemos apoyar e impulsar la lucha de la APPO y la comuna de Oaxaca, para fortalecer esta gran lucha y para que los nuevos combates de la clase obrera y la juventud retomen su perspectiva, sus métodos y su organización.

En ese sentido, el movimiento democrático muestra también importantes lecciones. Aunque las acciones convocadas por AMLO (como el plantón en el DF) generaron gran crisis al interior del régimen e incluso roces con Carlos Slim Helú, que durante años apoyó a AMLO y expresó a un sector burgués que veía en el PRD la mejor opción para garantizar sus negocios, la política de la dirección perredista se mostró impotente para derrotar el fraude. Para triunfar, el movimiento encontró el obstáculo de la política de la dirección de AMLO y el PRD, quienes, por su pertenencia al régimen y su carácter de representantes políticos de sectores de la burguesía impulsaron una estrategia que se limitó a movilizaciones pacíficas que buscaban presionar a las instituciones y a un discurso de “democratización” de las mismas en el marco de la Constitución burguesa de 1917. La permanencia de los parlamentarios del PRD en el congreso, son la muestra más contundente de que este partido busca presionar sin romper con las instituciones y el régimen. Ante eso, es necesario retomar las lecciones de Oaxaca, para organizar una lucha que cuestione las bases de este régimen deslegitimado, que apunte a organizar una verdadera huelga general contra el gobierno y a luchar por una Asamblea Constituyente Revolucionaria, que no será convocada por este régimen (que ya mostró toda su antidemocracia con el fraude) sino que solo será impuesta por la movilización revolucionaria de los trabajadores y las masas.

Es necesario un partido de trabajadores revolucionario

En los inicios de todo proceso revolucionario, surgen nuevas fuerzas en la clase obrera y en la juventud radicalizada. La lucha del pueblo de Oaxaca, Sicartsa, y los miles de jóvenes que se movilizaron con “la otra campaña” son la muestra. Ante eso, una tarea fundamental es atraerlos al programa del marxismo y a la tarea de construir una gran organización revolucionaria.

En nuestro país, existen varias organizaciones que se reclaman trotskistas. La LTS, el POS, la LUS, el GAR, entre otros grupos; incluso el Militante (que está en entrismo permanente en el PRD con el objetivo manifiesto de darle un “programa socialista” al mismo), se considera marxista; también el PRT, uno de cuyos militantes resultó electo por las listas del PRD, se considera de esta tradición. Existen también muchos grupos y colectivos que, sin reivindicarse trotskistas, sostienen un programa contra el poder capitalista y una perspectiva similar o cercana a la que desarrollamos. Y es muy probable que en las nuevas luchas surjan nuevos grupos que se orienten a la izquierda. Sin embargo, aunque las organizaciones de izquierda participamos activamente en las acciones del movimiento obrero y popular, no somos todavía un factor capaz de incidir decisivamente en las luchas que se avecinan.

Y es urgente comenzar a avanzar en este sentido, ya que, como decía León Trotsky, en una revolución son necesarias tres condiciones; el partido, una vez más el partido y nuevamente el partido. Solo así garantizaremos que las energías que la clase obrera ponga en juego no sean llevadas a la trampa de la conciliación de clases.

Por eso, es necesario abrir un amplio y profundo proceso de discusión sobre cual debe ser el programa y la estrategia. Nosotros creemos que el proceso revolucionario que sacude a Oaxaca muestra la necesidad de impulsar la movilización de las masas, encabezada por la clase trabajadora tras un programa obrero y popular, poniendo en pie organismos de auto-organización de masas, y apuntando hacia la huelga general política que permita la toma del poder político por los trabajadores, única forma de acabar con la antidemocracia y la explotación. Ante la lucha de Oaxaca, un fuerte partido revolucionario debería impulsar que la misma incorpore a los trabajadores de todo el estado en una huelga general que golpee decisivamente a URO, como parte de una lucha nacional contra el régimen y el gobierno, impulsando que la APPO avance a ser un organismo conformado por representantes electos en las estructuras y centros de trabajo. Esta estrategia requiere luchar por la independencia política y organizativa del movimiento obrero y contra la influencia de la dirección perredista y su política de conciliación de clases.

Esto es distinto también a lo que plantean las direcciones reformistas en el movimiento obrero, pero también es opuesto a lo que sostiene la dirección del EZLN, que niega la necesidad de que los trabajadores luchen por conquistar su propio gobierno a partir de la lucha y la movilización.

De igual forma, debe ser internacionalista, luchar una internacional revolucionaria y por un programa para los principales hechos de la lucha de clases mundial, como es hoy Medio Oriente, o ante los gobiernos posneoliberales como Chávez, Kirchner o Evo Morales.

Opinamos que todas las organizaciones que se reclaman del marxismo revolucionario, así como a aquellas organizaciones e individuos que coincidan con esta necesidad, debemos discutir cuales son las bases programáticas y de práctica política (fundada en el centralismo democrático) de un partido de trabajadores revolucionario unificado e internacionalista. Esta propuesta seguramente generará el entusiasmo de muchos compañeros, y permitirá acelerar la tarea de construir una organización revolucionaria.

En el caso de organizaciones como el Militante, llamamos a sus militantes a romper la subordinación a una dirección burguesa como el PRD y salir de ese partido, para discutir, junto a las demás organizaciones que nos reclamamos trotskistas, un programa y una estrategia revolucionaria. Permanecer dentro del PRD, luchando por que el mismo avance “hacia un programa socialista” es negarse en los hechos a construir una herramienta política independiente de los trabajadores, que se prepare para las próximas gestas del movimiento obrero y empalme con lo más avanzado del mismo bajo las banderas de la lucha por el socialismo.

Hacemos este llamado concientes de las importantes diferencias que tenemos con muchas organizaciones que se reclaman socialistas. Estamos lejos de pretender ocultar o soslayarlas, lo que sólo puede terminar en un partido centrista, confuso en su programa y en sus métodos, y que estalle a la primera prueba de la lucha de clases. Por ejemplo, tanto LUS, como el POS y el GAR, suscribieron la VI Declaración, con lo cual nosotros diferimos, por considerar que se trata de un documento político que responde a la estrategia de una dirección autonomista. Nosotros, participando de las movilizaciones y acciones de “la otra campaña”, mantuvimos la independencia política del EZLN y criticamos la política de esta dirección, que frente a las luchas obreras fue profundamente sectaria y su estrategia que reniega de la lucha por el poder (lo cual solo significa dejarlo en manos de los explotadores).

Hoy surge otra discusión crucial: qué actitud tener ante la lucha de Oaxaca y ante la dirección lopezobradorista. Diferimos profundamente del documento “La convención nacional democrática y la izquierda socialista”, firmado por diversas organizaciones (entre las cuales figuran PRT, Uclat y LUS), donde se plantea que la CND “Eleva la lucha contra el fraude a la defensa de la independencia nacional y la soberanía popular contra el poder usurpador” frente al cual “en la práctica le presenta una alternativa” y que fue un embrión de poder paralelo que pudo“ser la base de un órgano de gobierno que integre colectiva y democráticamente a las fuerzas que sostienen”. Como decimos arriba, con la CND se busca contener y convertir al movimiento antifraude en la base de apoyo político de AMLO y su Frente Amplio Progresista, tras un programa “antineoliberal” de conciliación de clases. Nosotros sostenemos que, mientras que la CND se realizó bajo la política burguesa de mantener un “movimiento pacífico y no violento” que no cuestione la “legalidad”, la comuna de Oaxaca es la que representa un embrión de un verdadero poder alternativo al poder burgués, que se sostiene en métodos radicalizados de lucha, en la acción insurrecta de las masas y en una organización que controla territorialmente la ciudad, y los revolucionarios debemos ser los principales impulsores de que este ejemplo sea retomado y profundizado por los trabajadores de todo el país bajo una perspectiva de independencia de clase de los partidos de la burguesía, incluyendo por supuesto al PRD. De igual forma, diferimos con la valoración que algunas de estas organizaciones hacen de los gobiernos como el de Chávez o Morales, así como frente a la dirección islámica de Hezbollah. Pensamos que estos gobiernos son una contención para la lucha que las masas vienen haciendo desde el 2000 en América Latina, y que buscan mantener el orden capitalista (limitándose a concesiones formales y parciales a las masas). Y, frente a los álgidos hechos de Medio Oriente, mientras defendemos a las organizaciones islámicas de los ataques del estado de Israel y EEUU, opinamos que frente a estas direcciones cuya estrategia es un estado teocrático y burgués, es necesario levantar la lucha por una Federación de Republicas Socialistas de Medio Oriente.

Pero debemos afrontar la discusión de nuestros acuerdos y diferencias de cara a la vanguardia. Si lo que estamos viendo es el preámbulo de un proceso revolucionario, debemos poner las diferencias a la luz de las nuevas experiencias y ante los trabajadores y jóvenes, discutiendo abiertamente las bases principistas y programáticas que permitan una intervención en la lucha de clases y que sean la base para la formación de un nuevo partido de trabajadores revolucionario unificado.

Para avanzar en ese camino de discusión y debate, proponemos organizar y realizar foros de debate sobre las principales hechos de la lucha de clases (por ejemplo la lucha de Oaxaca, y el movimiento antifraude), preparatorios de plenarias y asambleas públicas y abiertas de las organizaciones de izquierda.

Proponemos también campañas políticas conjuntas ante los acontecimientos cruciales, nacionales e internacionales: en primer lugar una gran campaña en solidaridad y apoyo a la comuna de Oaxaca y la APPO, llamando a los sindicatos, a “la otra campaña” y a las organizaciones políticas y sociales a rodear de solidaridad al pueblo oaxaqueño, para llegar a un gran paro nacional en apoyo a su lucha. Junto a eso, les proponemos una campaña común en contra de las sanciones arbitrarias que está realizando la burocracia sindical del SNTSS liderada por Vega Galina, contra los activistas y planillas democráticas, para evitar que en el próximo congreso se fortalezca una oposición combativa.

Dirección de la Liga de Trabajadores por el Socialismo - Contracorriente









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