Entre lujos y miseria

10 Jan 2015   |   comentários

Diana Valdez /@yellikann Mientras los empresarios, políticos y líderes sindicales mexicanos se llenan de lujos y aumentan sus fortunas, la población sufre los efectos de bajos salarios y alta inflación en la sobrevivencia diaria.

Durante 2014 se dieron a conocer cifras muy significativas en la caracterización de la vida en nuestro país. El tema del salario mínimo y las extravagancias políticas, la subida en el precio del transporte, la gasolina y los productos básicos, fueron algunos de los datos que causaron indignación entre la población mexicana. La pobreza extrema y los lujos millonarios conviven en un mismo país.

La situación de la población mexicana es de grave pobreza; en el país 53,3 millones de personas viven en pobreza, y el 60% no cuenta con trabajo formal. Los salarios con los que tienen que vivir las familias llevan a los trabajadores y las trabajadoras a tener dos o más empleos para poder subsistir.

Los de Abajo

El Centro de Análisis Multidisciplinario de la Universidad Nacional Autónoma de México (CAM) informó en agosto de 2014: “De 1987 a la fecha, el precio de la CAR –canasta alimenticia recomendable– registra un incremento acumulado de 4773%, mientras el salario creció 940%, lo que significa que los alimentos han aumentado en una proporción de 4 a 1, en comparación con el incremento a los salarios mínimos”.

Los precios de los alimentos básicos han subido considerablemente, para diciembre de 2014 se acordó el salario mínimo en $70.10, un aumento de 4.2% respecto al salario del año pasado. Mientras que los precios de las mercancías básicas como alimentos, luz, agua, transporte, etc. aumentaron en promedio 11.4%.

El salario mexicano ha perdido en 80% su capacidad adquisitiva durante los últimos treinta años. Hoy, según el estudio del CAM, “si por una jornada de ocho horas, se pagara un salario mínimo, el tiempo que tiene que trabajar una familia para poder comprar una canasta alimenticia recomendable es de 22 horas con 53 minutos”.

La caída del salario mínimo es el “secreto” que atrae cuantiosas inversiones extranjeras a la economía mexicana. Y mientras la gran mayoría intenta sobrevivir día a día con bajísimos salarios, nos enteramos por distintos medios de comunicación de los excéntricos lujos que se da la clase política acomodada.

Los de Arriba

En México, líderes sindicales y políticos han protagonizado una serie de escándalos producto de sus excesos. Distintos medios de comunicación han sacado a la luz casos como el de la “casa blanca” de Enrique Peña Nieto y su esposa que asciende a más de 86 millones de pesos.

Y existen muchos más: el secretario de Trabajo, Alfonso Navarrete por ejemplo, es dueño de siete coches de lujo en los cuales habrá gastado más de 76 mil dólares.
El líder sindical de PEMEX Carlos Romero Deschamps hace regalos a sus hijos con un valor de más de 2 millones de dólares.

Los diputados se dan regalos como ipads mini para todos, con el pretexto de acelerar la llegada de información a los legisladores. En esto la cámara se gastó alrededor de 5 millones de pesos provenientes del erario público.

La secretaria de Desarrollo Social Rosario Robles, gasta más de 30 mil pesos en una bolsa de mano.

El cinismo de la clase política mexicana ha llegado al extremo de naturalizarse, sin embargo hoy ante la crisis política abierta por el caso Ayotzinapa, la población mexicana se indigna y cuestiona en las calles las evidentes diferencias entre una clase y la otra. Mientras hoy se mantiene un miserable nivel de vida para la mayoría de la población, empresarios, políticos y líderes sindicales acumulan riquezas y se dan cuantiosos lujos a costa de nuestro trabajo.

Los pretextos

Si bien en general a estas personas no les interesa explicar de dónde sacan sus cuantiosas fortunas, sí tienen una larga lista de pretextos para mantener a la población con bajos salarios y para aumentar los precios de las mercancías básicas.

El viejo argumento sobre la generación de inflación descontrolada a partir del aumento salarial es ya conocido por las trabajadoras y los trabajadores mexicanos. Tanto las ganancias del patrón como los salarios de las y los trabajadores provienen del trabajo, por tanto, si uno aumenta el otro deberá bajar.

El pretexto de la inflación viene a compensar la pérdida de ganancias para los patrones en caso de subir los salarios. Ellos no quieren perder, lo que hacen entonces es subir los precios. Es un espiral del que sólo se puede salir exigiendo aumentos al salario que estén de acuerdo a la inflación.

Para 2015 las cosas no vienen diferentes, mientras el salario se mantiene en $70, el kilo de carne para la última quincena de 2014 costaba $99, el aceite de cocina $32, el kilo de tortilla $15, en total una CAR mantendrá un precio de cerca de $1800.

Valdrá la pena preguntarse cómo la población mexicana podrá salir de esta situación, ¿cómo lograr salarios dignos?, ¿cómo lograr, por ejemplo, que los representantes políticos ganen lo mismo que un trabajador calificado o una maestra?, ¿cómo librarnos de esta clase burguesa que se mantiene de nuestro trabajo?









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