China y Estados Unidos: dos que conmueven al mundo

21 Jan 2016   |   comentários

Incertidumbres de la transición china y contradicciones de la economía norteamericana. El significado de las oscilaciones del yuan. Cartas que ya están echadas. Hacia una nueva etapa de la crisis mundial.

Hace algo menos de una semana la ebullición bursátil se apoderó nuevamente de China. La conmoción en las bolsas de Shangai y Shenzhen, una inicial devaluación del yuan -luego corregida- y los temores por la ralentización en el país que aportó el 35% del crecimiento mundial entre 2010 y 2015 (OCDE), actuaron como punta de lanza de un tembladeral. Las bolsas occidentales iniciaron el año con la peor apertura de su historia y aunque sus pares chinos recobraron el viernes terreno positivo, Wall Street –como dice el periodista argentino Siaba Serrate- “no fue capaz de replicarles los pasos. Volvió a hundirse –el 1%- denotando que la preocupación que empezó en el Lejano Oriente echó rápidas raíces locales”. Y es que no se trata sólo de China que, por su parte, volvió a sufrir una jornada negra el pasado lunes arrastrando a las bolsas europeas mientras ayer Wall Street sufrió un nuevo desplome del 2%. Otro componente clave que da un tono oscuro a la situación económica mundial es la decisión de la Reserva Federal norteamericana de elevar las tasas de interés junto con su aparente voluntad de continuar con leves incrementos progresivos en el período próximo. Política que se desprende de las profundas contradicciones de la recuperación de la economía de Estados Unidos.

La mixtura de la convulsiva e incierta transición china y los límites a las políticas monetarias expansivas norteamericanas, se retroalimentan y expresan una combinación inversa de los que fueron los dos factores fundamentales que contuvieron la Gran Recesión desatada tras la caída de Lehman.

Incertidumbres de una transición

Como se explicó en distintas oportunidades desde esta columna, la desaceleración de la economía china se encuentra estrechamente vinculada a los límites de un “modelo” esencialmente exportador de mercancías y promoción de la inversión interna y a la dificultosa necesidad de trocarlo por otro asociado al desarrollo del mercado interno, de los servicios y la exportación de capitales. De hecho China sufrió durante el año 2015 la primera contracción del volumen total de comercio con el resto del mundo respecto al año anterior, desde la crisis de 2008/9, incluyendo una caída de las exportaciones del 1,8% (El País, 13-1-16). Este límite pone de manifiesto a la vez el exceso de acumulación de capital en territorio chino y el exceso derivado de producción de mercancías (como cemento, acero, barcos, equipo pesado), en una situación internacional de crecimiento débil que tiende a estancarse. Pero la transición china desde un “modelo” a otro está muy lejos de representar una cuestión técnica o de economía pura. Involucra por el contrario y necesariamente, cuestiones que tienen que ver con la intención y necesidad de China de transformarse en algo más que la segunda economía mundial por volumen de producción.

Los obstáculos concretos y contradicciones que enfrenta esta transición, representan los fundamentos tanto de la ralentización e incertidumbre con respecto al crecimiento de los próximos años, como de las oscilaciones del yuan y las convulsiones bursátiles. Dentro de estos obstáculos y contradicciones se inscriben, como factores muy importantes, los movimientos y el estado de la economía mundial que es afectada y afecta a la vez a la economía china. De hecho tanto las declaradas intenciones de Estados Unidos de elevar las tasas de interés –manifestadas con distinta intensidad desde el año 2013- como su reciente incremento efectivo, vienen magnificando y acelerando las contradicciones y dificultades de aquella transición. Martin Wolf señala que los inversionistas globales retiraron más de 52 mil millones de dólares de los fondos de renta variable y fija de los llamados “mercados emergentes” en el último trimestre de 2015. Valor que representa el mayor flujo de salida trimestral de la historia y tiene a China y Rusia como principales víctimas (Financial Times, 12/1/16). A su vez el descenso de flujos de capital neto hacia el conjunto de los países denominados “emergentes” marcó en todo el 2015 su mayor declive en 30 años. Declive que muestra un movimiento inverso y de fuerte contraste con el crecimiento del endeudamiento del sector privado de esos países que se disparó desde 1,7 billones de dólares en 2008 hasta 4,3 billones en 2015. Siendo China el paradigma del incremento de la deuda privada que entre 2007 y 2014 creció un 70% con respecto al PBI (ver Summers, Wolf, Rogoff y el lugar de China en el estancamiento secular).

Es evidente que el proceso de reversión del flujo de capitales hacia Estados Unidos, tiene responsabilidad sobre las caídas bursátiles que comenzaron en agosto y recobraron vigor en los últimos días. Aunque el mercado bursátil conserva aún un lugar marginal en China –un tercio del PBI comparado con aproximadamente el 100% en los países centrales-, su estímulo por parte del gobierno desde fines del 2014, resultó a la vez un intento de reemplazar la burbuja inmobiliaria –que se desarrolló entre 2009 y 2014-, incrementar el poder adquisitivo de un sector importante de la población y sostener a la vez el crecimiento de la economía. Pero la burbuja que comenzó a desinflarse en agosto del año pasado y se profundizó en los primeros días del corriente año -ayudada por la aceleración de la reversión del flujo de capitales hacia los países centrales-, está estableciendo serios problemas en la cadena de pagos y alentando los temores de que la economía china fracase en el proceso de transición.

El destino del yuan

Las oscilaciones del yuan (o renminbi) derivan tanto de las dificultades propias de la transición señaladas más arriba como de la sensibilidad de la moneda a las presiones del capital internacional. Un yuan más fuerte estaría necesariamente asociado a la posibilidad de su transformación en una de las principales monedas de reserva del mundo y consolidaría las intensiones chinas de transformar al país en exportador de capitales. De hecho se produjeron avances importantes en ese sentido como su incorporación a la canasta de monedas del FMI que se efectivizaría en octubre próximo, la creación de un mercado de bonos off shore o la fundación del Banco de Inversión en Infraestructura con la adhesión de más de 60 países. Sin embargo tanto la devaluación de agosto –que alcanzó alrededor del 4,5%- como la reciente devaluación –posteriormente revertida, resultan otros tantos síntomas de las dificultades chinas de trasformar su moneda en una de las principales de referencia internacional.

En la medida en que China no logra transformar su modelo de acumulación de capital en uno de tipo mercadointernista, la devaluación del yuan y el control de la moneda por parte del gobierno, persiste como eventual mecanismo defensivo que podría ser usado para mejorar la competitividad de su economía en términos externos. A su vez las intenciones más liberalizadoras de Xi Jinping entran en colisión con la reversión del flujo de capitales hacia los países centrales y las consecuentes devaluaciones monetarias en una serie de países -como Brasil, Indonesia, Malasia, Rusia, Sudáfrica y Turquía cuyas monedas cayeron a mínimos de varios años frente al dólar- que debilitan aún más la ya reducida competitividad china. Esta situación le quita a China tiempo y margen para realizar maniobras relativas a las dificultades de la transición y vuelve más riesgosa cualquier política de liberalización del yuan. Cuestión esta que a su vez actúa como un límite estricto a la conversión del renminbi en moneda de reserva internacional.

El rol de Estados Unidos y la Reserva Federal

Como también se expresó en distintas oportunidades desde esta columna, la economía norteamericana se encuentra sujeta a un movimiento contradictorio. Por un lado, resulta actualmente el país central que ostenta el mayor crecimiento económico, cuestión que le permite absorber gran parte del desempleo legado por la Gran Recesión. Aunque por el otro, el nivel de crecimiento resulta pobre frente a los ingentes estímulos monetarios implementados y a la vez extremadamente dependiente de aquellos estímulos. Mientras variables como la inversión y la productividad se mantienen en niveles de crecimiento particularmente deprimidos, el mercado bursátil muestra nuevos máximos históricos. Fundamentalmente el riesgo financiero junto con dificultad de reeditar medidas monetarias para responder a una eventual profundización de la crisis, son los factores que preocupan a la Reserva Federal norteamericana y que impulsaron la suba de las tasas de interés, con un plan nuevos incrementos para el año en curso.

Sin embargo y como era de esperar, la medida profundizó el giro de capitales hacia el centro, contribuyendo a la revaluación del dólar, a la devaluación del resto de las monedas y a profundizar las debilidades chinas. Los precios de las materias primas y el petróleo continúan cuesta abajo impulsados por el triple impacto del menor crecimiento chino, la revaluación del dólar y la amenaza de una mayor debilidad de la economía mundial. Cuestión que a su vez realimenta las debilidades de los llamados “mercados emergentes”. Concomitantemente el fortalecimiento del dólar impulsa hacia abajo las exportaciones norteamericanas repercutiendo sobre la industria, el flanco más débil de la recuperación. Fue justamente la caída del indicador adelantado de PMI (una medida que se considera que aproxima muy bien el pronóstico de crecimiento) tanto de Estados Unidos como de China, uno de los factores que azuzaron las inestabilidades de estos últimos días. Es muy probable que si la situación se agudiza mucho la Reserva Federal abandone su política de incremento de tasas –ya hay voces que indican cautela.

Pero por un lado habrá que ver si la Fed llega a tiempo para evitar una nueva debacle y por el otro, en gran parte la suerte ya está echada. Una cosa era la transición china en una economía mundial débil pero relativamente estable y otra cosa será dicha transición en un contexto crecientemente crítico. Los factores que contribuyeron a espantar el fantasma de la Gran Recesión desde el año 2010 están encontrando sus límites y todo indica que la economía mundial se encamina hacia una etapa claramente más crítica.

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