DECLARACIÓN LTS DE VENEZUELA

Ante el ajustado triunfo de Maduro: No permitamos Que la crisis del chavismo la capitalice el imperialismo

17 Apr 2013   |   comentários

Un imprevisto y cerrado resultado electoral sacudió al país y ha puesto en vilo la situación nacional. Nicolás Maduro apenas superó por 272.865 votos al candidato de la oposición derechista, Capriles Radonski, un margen muy estrecho comparado con los más de 1,5 millones de votos de diferencia con los que Chávez derrotó a Capriles en los comicios presidenciales de hace seis meses. Por esto, el triunfo del candidato escogido por Chávez, Nicolás Maduro, tiene un sabor a derrota con 7.575.506 (50,78%) con respecto a los 7.302.641 (48,95%) de Capriles, siendo apenas 1.83% de diferencia, la más baja en la historia del chavismo. Esta vez no fue un fenómeno de abstención electoral, siendo que en términos históricos se tuvo una alta participación, sino que Capriles Radonski le arrancó al chavismo prácticamente unos 700 mil votos con respecto a las elecciones de octubre de 2012. Maduro no supo retener los electores que sufragaron por Chávez (55.07%) bajando 615.626 votos según los resultados dados por el CNE, creciendo Capriles 711.337 votantes, y más aún si tomamos en cuenta que en esta elección apenas votaron 297.589 menos que en las elecciones de octubre, y los votos nulos solamente alcanzaron 66.691. El resultado entonces cayó como agua helada sobre el propio chavismo que pensaba que repetiría el resultado de las últimas presidenciales, creyendo que los votos por Chávez se repetirían automáticamente por Maduro, pero hicieron mal los cálculos políticos y se llevaron la sorpresa de la década. Por su parte Capriles y la MUD ahora están envalentonados.

Tensión política

El cimbronazo político se transformó en crisis abierta con el desconocimiento del resultado electoral por Capriles Radonski, exigiendo el conteo de la totalidad de las urnas con el argumento de que hubo anormalidades en las votaciones y hasta arguyendo que han ganado las elecciones. En esto cuenta con el apoyo del imperialismo norteamericano. Pero Nicolás Maduro ya ha sido proclamado como Presidente por el Consejo Nacional Electoral. Capriles que había convocado una marcha en repudio a la investidura de Maduro para el día miércoles y frente a la cual el gobierno decidió no permitirla, retrocedió en la convocatoria y decidió suspenderla temiendo que se le fuera de control y ante la posibilidad cierta de que se desaten enfrentamientos frente a la dureza del gobierno. La situación comenzaba a tensarse, pero por el momento están midiendo fuerzas para reposicionarse políticamente frente eventuales negociaciones o pactos.

En las movilizaciones realizadas en la tarde y noche del lunes 14/04 convocadas por Capriles para rechazar la proclamación de Maduro por parte del CNE y para exigir el reconteo de los votos, se desarrollaron ataques contra algunos módulos de barrio adentro, hostigando o incluso dañando instalaciones de los centros de salud. Desde la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS) rechazamos categóricamente estos ataques reaccionarios y completamente antipopulares, incluso con ribetes de xenofobia hacia los médicos cubanos que allí laboran. ¡Hay que hacerle frente! El pueblo organizado en los barrios, llamando a asambleas, mediante discusiones públicas y abiertas, ha de definir los métodos para pararle la mano a estas acciones. Los módulos de barrio adentro –y demás instalaciones deportivas o educativas, si fuese el caso– son una conquista social del conjunto del pueblo trabajador y pobre, y como tal deben ser defendidos. La defensa de los centros de salud públicos no significa en modo alguno el apoyo político al gobierno nacional, no hay que estar con Maduro para hacerle frente a estos ataques, se trata de una posición clara de defensa de lo que constituyen conquistas sociales del pueblo trabajador y pobre, por lo que llamamos en estos casos específicos a un frente único de clase, obrero y popular, para pararle la mano a estos ataques, con los métodos de los trabajadores y el pueblo, con base en la democracia obrera y popular para definir la orientación política y las acciones a tomar, sin que implique necesariamente una subordinación al esquema de movilizaciones ordenadas por el gobierno de Maduro.

Así mismo, en acciones con un corte claramente fascista, hubo grupos que atacaron violentamente a militantes del chavismo. Los organismos oficiales hablan de cuatro o siete personas asesinadas por ataques de grupos opositores. Rechazamos rotundamente estos hechos y repudiamos el accionar criminal de sectores de la oposición burguesa. Aun cuando sabemos que el chavismo en el gobierno también alienta grupos de choque, por ejemplo contra algunas luchas o paros obreros, y que también se sirve de patoteros para amedrentar, de ninguna manera podemos avalar la violencia asesina ejercida por grupos de oposición burguesa contra militantes del partido de gobierno, o contra personas que defienden los centros de salud creados por el gobierno. ¡Otra cosa sería si estuviésemos hablando de organizaciones obreras, campesinas o populares que se organizan para la autodefensa y hacen frente a grupos de choque del gobierno! Si ese fuese el caso, estaremos indudablemente del lado de las organizaciones de lucha de los trabajadores y el pueblo que quieran torcerle el brazo a patoteros o grupos de choque del chavismo, pero no es este el caso, son grupos de oposición burguesa, que se oponen por derecha al gobierno, que han hecho ataques mortales contra militantes chavistas, y ese mismo espíritu que anima a estas hordas de derecha, puede también descargase el día de mañana contra las luchas obreras y populares. Por eso, rechazamos totalmente estos ataques y viles asesinatos.

Hasta el momento las Fuerzas Armadas defienden el resultado electoral, y en este sentido el alto mando reconoce a Maduro como el presidente electo del país. Durante el período de Chávez, fundamentalmente luego de la derrota del golpe del 2002, las Fuerzas Armadas en su conjunto fueron un pilar fundamental en el régimen y en el gobierno, alcanzando una alta politización e incluso participando en sectores claves del gobierno, ya sea a través de militares retirados como también activos ejerciendo cargos importantes y dirigiendo gobernaciones. Pero en esta etapa post-chavista, nada asegura que si la situación se tiende a tensar más de la cuenta no se expresen divisiones en las Fuerzas Armadas, profundizando la crisis. No es casualidad que algunos titulares de diarios escriban que las “FANB es el poder que soporta los resultados electorales”, no solo en el sentido por el espaldarazo dado al Consejo Nacional Electoral (CNE) y al propio presidente electo, sino también porque que son los que tienen bajo su custodia las urnas electorales. Maduro no cuenta con la autoridad de Chávez ante una posible división de las Fuerzas Armadas.

La derecha capitalizó electoralmente la crisis del chavismo

La oposición de la MUD con Capriles a la cabeza, logró que una franja importante de la población cambiara de opción política, en un marco de gran polarización, en un mismo ritmo que Maduro iba perdiendo votantes. Es que el chavismo creyó que con el efecto generado por el fallecimiento de Chávez, sumado a que Maduro había sido desginado por el propio Chávez como su sucesor, bastaba para garantizar el triunfo. Pero erraron el cálculo político. Evidentemente Maduro no es Chávez. Además, la crítica situación de la economía llevó al gobierno a tomar medidas antipopulares y antiobreras en pleno período electoral: en menos de cien días a cargo del gobierno interino, Maduró aplicó dos fuertes devaluaciones de la moneda, lo que se hizo sentir rápidamente con el aumento directo de los precios de bienes de consumo masivo. El gobierno se equivocó en que estas medidas antipopulares no iban a tener consecuencias electorales.

Si bien el chavismo ganó en las grandes barriadas populares de las principales ciudades, –como por ejemplo en la populosa Catia y en las partes más pobres de Petare de la gran Caracas- se hizo notar la baja de votos en estas regiones, y el mismo fenómeno se observó en importantes concentraciones obreras, como en los estados de Aragua y Carabobo, y ciudades como Guayana centro de las grandes industrias básicas, pero no precisamente por abstención sino que casi en la misma medida que caían los votos de Maduro crecían los de Capriles, comparado con las elecciones presidenciales de 2012.

Tensiones internas en el chavismo y la oposición

Aunque inicialmente el chavismo había cerrado filas detrás de la candidatura de Maduro, el resultado electoral adverso abrirá una crisis entre las diversas fracciones del chavismo con los diversos pases de factura internos. La frase del propio Diosdado Cabello de llamar “al liderazgo chavista a buscar las fallas hasta debajo de las piedras y profunda autocrítica a que obligan estos resultados”, no estaba dirigida solamente a repasar sus “errores” políticos, sino también a un ajuste de cuentas internas, que apuntaría a acrecentar la división interna, aunque por el momento, y por la nueva situación abierta se mantenga la unidad por las embestidas de la derecha.

Cínicamente Diosdado se pregunta cómo es posible que el pueblo explotado vote por los explotadores, cuando se trata de uno de las conspicuas figuras que más se han enriquecido en todo este período. Como ha sostenido un analista “La herencia electoral que Chávez le dejó a Nicolás Maduro y la dirigencia del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) quedó sensiblemente mermada y sin su valor para contener a una masa que puede presionar peligrosamente ante ingentes requerimientos de la economía popular” (El Mundo, 16/04). Pero las tensiones internas que se puedan desarrollar dentro del PSUV no solo vendrán entre las distintas fracciones existentes, sino también de las propias bases del chavismo que, cansadas de seguir siendo furgón de cola de los altos burócratas, puedan salir con más fuerza a protestar por lo que se les ha venido negando, y exijan que se tomen medidas por izquierda frente a la nueva situación económica y política.

Aunque ahora están envalentonados por el resultado electoral y Capriles se ha transformado en la figura de la oposición, no todo es “unidad” en este frente. Capriles se monta sobre unas bases y alianza política que no controla a su antojo y tiene que lidiar entre sus distintos componentes, más derechizados unos y partidarios de acciones más directas contra el gobierno, como de aquellas más contemporizadoras que si bien están dispuestos a presionar al gobierno al máximo tensando la situación, su límite es desatar una gran inestabilidad política con resultado incierto. Las acciones más violentas que se expresaron en los primeros dos días luego de las elecciones del domingo, y luego los llamados de Capriles a que “los opositores se recojan” pueden expresar estas diferencias internas. Pero sí es claro que la oposición que venía de sufrir dos derrotas políticas consecutivas en las elecciones para presidente y para las gobernaciones, ha levantado cabeza incluso para llegar al nivel de pechar al gobierno nacional con el no reconocimiento de las elecciones.

Un gobierno débil

Los acontecimientos muestran que la transición a una etapa post-chavista será traumática. El resultado electoral está actuando como un gran catalizador de la crisis política que significa para el régimen bonapartista, centrado en la figura presidencial, la desaparición física de Chávez, mostrando que este no puede ser reemplazado. El bonapartismo no es solo un proyecto político sino también y fundamentalmente de liderazgo.

El triunfo pírrico de Maduro implica que el suyo será un gobierno débil, pues tendrá que lidiar no sólo con una oposición envalentonada y que busque jaquearlo permanentemente con el apoyo de Estados Unidos, sino también con las peleas dentro del propio chavismo. Pero fundamentalmente estará sometido, sin lugar a dudas, a la resistencia de sectores de la clase trabajadora que saldrá con más fuerza a pelear por sus demandas y por mejores condiciones de vida. Más aún si, como todo indica, Maduro se verá gobierno obligado a aplicar medidas de ajuste por la grave situación económica que atraviesa el país, sin contar ni de lejos con la legitimidad y autoridad de Chávez, que a la vez que concentraba las expectativas de una resolución de las demandas de los explotados a través de la acción del gobierno, era capaz de derrotar y “disciplinar” a los sectores en lucha que quisieran ir más allá. Es muy probable que vayamos a una liberación de energías e iniciativas para lucha de clases, de parte de los explotados y pobres.

En el plano externo el gobierno de Maduro, al momento, también la enfrenta difícil. La mayoría de los gobiernos de América Latina han salido a apoyar el resultado electoral y el triunfo de Maduro, algunos lo hicieron rápidamente como Brasil, Argentina, Uruguay, Cuba, Nicaragua y Ecuador y hasta más distantes países como China y Rusia en función de sus intereses nacionales. Estados Unidos pretende utilizar la crisis a su favor, haciéndose eco de la política de su amigo Capriles, y junto con otros países imperialistas como Francia e Inglaterra, se ha negado hasta el momento a reconocer al gobierno de Maduro.

La política de Estados Unidos será presionar al gobierno de Maduro para que adopte una posición más negociadora, en el marco de que, incluso en vida de Chávez, el régimen venezolano había empezado a hacer movimientos hacia un mejor entendimiento con los norteamericanos (como el reconocimiento del régimen postgolpista en Honduras y la estrecha colaboración con Santos en Colombia), y más recientemente, miembros del gobierno interino de Maduro se reunieron con representantes de Washington en busca de mejorar las relaciones con el gobierno efectivo entrante. Por su parte, serán seguramente países como Brasil y Argentina los que tengan una política de darle más estabilidad al gobierno de Maduro, tomando en cuenta no solo sus intereses económicos y geopolíticos, sino también porque una desestabilización en Venezuela tendría repercusiones negativas para América Latina de conjunto.

En el actual momento político, es necesario un encuentro nacional obrero de emergencia

Ante la crisis abierta, la clase trabajadora y los sectores populares deben repudiar activamente la injerencia imperialista de Estados Unidos que se niega a reconocer al gobierno de Maduro y alienta a la oposición patronal de Capriles. Pero esto no significa darle ningún apoyo político a Maduro. La clase obrera no puede quedar presa de optar entre las opciones que se disputan el mando del país burgués, no puede tampoco paralizarse a la expectativa de qué hacen uno u otro bando, el gobierno con las devaluaciones, la negativa a discutir las contrataciones colectivas, y la criminalización de las luchas obreras, y la oposición proimperialista que pregona un capitalismo "sin restricciones" y mayores "libertades" para los explotadores. Lejos de ir detrás de uno u otro bando, de esperar lo que uno u otro sector decida, debemos bregar por juntarnos, coordinarnos y discutir como clase social nuestros problemas y los del país.

Los políticos burgueses de la oposición de derecha, junto a sus empresarios, se reúnen para discutir cómo se disputan el control del país, los políticos, también burgueses, que hablan hasta por los codos de "revolución" y "socialismo" pero no hacen sino gestionar y preservar la misma sociedad capitalista -y sus propios negocios como casta burocrática y privilegiada en el control del Estado-, se reúnen entre ellos, con los militares que custodian este orden burgués, y también con los empresarios chavistas, para discutir cómo siguen en el poder, ¡¿y los trabajadores, los que llevamos sobre nuestros hombros la producción social, las condiciones de explotación y humillación en los lugares de trabajo (tanto privados como públicos)?! ¡¿Por qué no tener nuestros propios espacios para pensar la situación del país, para deliberar, debatir y decidir una orientación, acciones propias, de acuerdo a nuestros intereses y los del conjunto del pueblo pobre, no desde los de la casta privilegiada del chavismo y sus empresarios "socialistas" ni desde la perspectiva de la oposición burguesa?!

Esta perspectiva no se desarrolla ahora, entre otras razones, por el peso de las direcciones sindicales burocráticas que tiene actualmente al frente la mayoría del movimiento obrero, que lejos de proponer una línea de independencia política de la clase obrera, son parte de los principales proyectos políticos burgueses en pugna, por lo que llevan a los trabajadores detrás de uno u otro bando del orden actual, o sencillamente condenan a los trabajadores a la pasividad ante crisis de magnitudes como la actual. Por eso es importante abrir esta discusión en todos los lugares de trabajo, y hacerle exigencias a las direcciones sindicales que tienen en sus manos los recursos y las posibilidades de impulsar una política en este sentido.

Debemos proponernos y exigir a las organizaciones sindicales que se reclaman representantes de la clase obrera, un encuentro nacional de trabajadores de emergencia, que plantee la lucha contra toda injerencia imperialista, y dé una respuesta como clase ante la actual crisis y la realidad económica y social del país, que se descarga sobre los salarios y derechos laborales. Un verdadero encuentro nacional de trabajadores, no un “encuentro” limitado a la presencia de las direcciones sindicales burocráticas, como acostumbran hacer, esas direcciones sindicales que en la gran mayoría de los casos actúan totalmente de espaldas a los trabajadores a quienes dicen representar, pero a quienes no consultan prácticamente nada de lo que hacen o dejan de hacer. Un encuentro con delegados/as votados en asambleas en cada lugar de trabajo, deliberativas, ¡no solo informativas, como acostumbran hacer por lo general los dirigentes burocráticos!, y abiertas a toda la base de los trabajadores, sin ningún tipo de requisito previo más que el de ser trabajador, sin ninguna precondición de estar o no con determinada opción política, con base a la más clara democracia obrera, con libertad de opinión y discusión. Asambleas de trabajadores que así discutan y escojan delegados y delegadas que vayan a los encuentros con mandato de las bases, y que sean revocables.

Las direcciones sindicales tienen una responsabilidad principal en impulsar o impedir un encuentro de estas características. En especial aquellas que hoy se proclaman autónomas con respecto a los bandos patronales en pugna, nos referimos a los sectores de la Unión Nacional de Trabajadores (UNT) dirigidos por Marcela Máspero y Eduardo Sánchez, y la corriente C-CURA –que hace vida en el FADESS-, referenciada en Orlando Chirino y José Bodas, que recientemente han firmado una declaración llamando a un frente único de los trabajadores para luchar por nuestras reivindicaciones, con independencia de la oposición y del gobierno. Si estas declaraciones de intenciones son reales, estas direcciones tienen que ponerse al frente de convocar un encuentro obrero de emergencia como el que está planteando aquí, más aún en los actuales momentos del país. Incluso, allí donde haya condiciones para ir concretando encuentros regionales, por ciudad, o por rama de producción, debemos alentarlos, para dar pasos reales en el camino de este encuentro nacional.

Un encuentro nacional de trabajadores de estas características sería por ahora la única alternativa real para dar pasos concretos en soldar la unidad de los trabajadores en lucha, sin quedar paralizados o a la suerte de los bandos que hoy quieren subordinar todas nuestras necesidades e intereses a su lucha por el control del país. Un encuentro nacional de trabajadores donde discutamos inflación, endeudamiento estatal, devaluación, postergación salarial, incumplimiento o negativa a la discusión de las contrataciones colectivas, los ataques a los que luchan tanto en la empresa privada como en el sector estatal, la criminalización de las luchas y el amedrentamiento patronal, etcétera. Un encuentro para compartir experiencias de lucha, para juntar la rabia obrera contenida, para discutir la coordinación de las luchas, de los reclamos, y un verdadero plan nacional de lucha unificado. Es una discusión que planteamos a los compañeros y compañeras trabajadores que abramos en los lugares de trabajo, que discutamos en esta perspectiva, para avanzar hacia una política de independencia de clase, de una perspectiva propia de los trabajadores, que nos ubique confiando en nuestros propios métodos de lucha, en nuestras propias fuerzas, en nuestros propios dirigentes de lucha, en una perspectiva muy superior a la que nos llevan actualmente el gobierno y la oposición, que nos quieren pensando solo en las perspectivas que cada uno nos ofrece.

Por la independencia política de los trabajadores construyamos una herramienta política de los trabajadores.

El descontento de franjas del pueblo trabajador con la realidad que vivimos tras casi una década y media de supuesta “revolución” muestra el fracaso del nacionalismo burgués, al que ahora dice darle continuidad Nicolás Maduro, un régimen que no hizo sino dilapidar el enorme y contundente apoyo de masas con que contó, pues en lugar de llevar adelante un proceso de abolición de la propiedad burguesa (nacional y extranjera) y socialización de las riquezas como base para la resolución de los problemas nacionales y de las masas obreras y populares, mantuvo todo lo fundamental de la sociedad de explotación, además subordinada a la dinámica de la expoliación por parte de los capitales imperialistas, por lo cual siguieron en pie la gran cantidad de problemas obreros y populares que hoy hacen que, después de casi década y media, crezcan los sectores del pueblo trabajador que ven en la oposición burguesa una alternativa. Un proyecto que, por su propio carácter de clase, con su idea de “desarrollo nacional” burgués, se detuvo siempre en el umbral de la propiedad privada, razón por la cual no logró dar respuesta de fondo a las necesidades obreras y populares, apenas paliando los problemas más acuciantes con base, entre otras cosas, en un fuerte endeudamiento estatal con la banca privada y gobiernos capitalistas, un endeudamiento que buscan descargar sobre el pueblo trabajador con la devaluación, las negativas a discutir cientos de contratos colectivos vencidos, y otras medidas que preparan.

Pero este descontento no puede tener ninguna canalización progresiva a través del proyecto que representa Capriles Radonski, sino más bien virando hacia una alternativa política de clase, propia de los trabajadores. En estas elecciones hemos visto como algunos sectores trabajadores y del pueblo pobre frente al descontento con el chavismo han orientado su voto hacia otra variante patronal como la de Capriles, justamente porque los trabajadores a estas alturas no han forjado una herramienta política propia que luche por la independencia de clase. Consideramos que frente a este fenómeno de descontento, y los procesos de ruptura que comienzan a darse en el chavismo, y que seguramente se acelerará con el gobierno de Maduro, la tarea de los revoluciones hoy más que nunca es luchar con todas las fuerzas por la construcción de una herramienta política propia, un partido propio de los trabajadores, con un programa claro de salida obrera a la crisis y por la independencia de clase.

Los trabajadores y trabajadoras del país, que constituimos, con unos 7 millones de asalariados y asalariadas, la clase social más grande del país y potencialmente la más poderosa, la clase social que lleva sobre sus hombros diaria y constantemente la producción de la inmensa mayoría de las riquezas, la clase que hace andar las ruedas del país, debe generar sus propios espacios de encuentro, discusión y decisiones políticas y de lucha. La clase obrera deberá conquistar su independencia política, tanto frente a la derecha como ante las distintas variantes del chavismo ahora con Maduro y su entorno, para convertirse en un factor político que pueda dar respuesta a la situación actual evitando ser furgón de cola de alguno de los proyectos burgueses se disputan hoy el mando del país. Una herramienta política propia de los trabajadores facilitaría el camino a la construcción de un partido obrero revolucionario e internacionalista, que lleve la lucha hasta el final, pues no habrá solución a las demandas fundamentales si no es en el combate decidido en la perspectiva de la lucha por un gobierno propio de los trabajadores y el pueblo pobre, sobre la base de la destrucción del Estado burgués y la abolición de la propiedad privada capitalista, tanto nacional como imperialista, poniendo las riquezas sociales al servicio de las mayorías, de quienes las producen, como parte de la lucha por la derrota del capitalismo a escala internacional y mundial.









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